Julián Casanova, retratado por Peña Verón.



El historiador Julián Casanova acaba de publicar recientemente una nueva obra relacionada con sus investigaciones sobre el difícil siglo XX español; 40 años con Franco, editada por Crítica, es una obra que cuenta con la colaboración de otros prestigiosos investigadores que, como Paul Preston, Mary Nash o José Carlos Mainer, ofrecen su visión sobre la dictadura española y la posguerra desde ópticas diversas, tanto estrictamente históricas desde el marco político, como desde otras perspectivas sociales y culturales, como la literaria o la cinematográfica; porque literatura o cine fueron manifestaciones artísticas sometidas, al igual que las personas, al pensamiento único que se impuso en España durante cuatro décadas.

La obra pretende ofrecer al lector una visión global de esos cuarenta años que marcaron en el siglo XX, definitivamente, el devenir de nuestro país. Cuarenta años que significaron, además de la violencia y el ejercicio cruento de la represión social y política, un retroceso muy marcado de España con respecto al resto de países europeos, tanto en lo social y lo político como en todos los ámbitos relacionados con la cultura. Cuarenta años de tiranía, de nacional catolicismo, de incultura, de miseria, de miedo, de desprecio profundo a los derechos humanos, que siguen siendo cuarenta años desconocidos para muchos españoles, y que siguen sin aprenderse, por las nuevas generaciones, de manera reglada, honesta y objetiva en las escuelas.

En un país, el nuestro, en el momento político actual, en el que la cultura y la investigación académicas han quedado relegadas a ámbitos reducidos, a la vez que maltratados y muy alejados de la realidad social, nos complace comprobar que existen estudiosos que continúan trabajando por hacer accesible al gran público su trabajo investigador. La Universidad carece de sentido en la  endogamia, sin su implicación con la sociedad; el conocimiento y la investigación no son comprensibles si permanecen ajenos a la realidad. No deben ser patrimonio de unos pocos, sino un bagaje de todos, que contribuya a la evolución humana, cultural y social. La obra de Julián Casanova, sin duda, colabora en ello. Y, como bien apunta él mismo, a los españoles nos conviene conocer muy bien la historia que nos antecede para saber de dónde venimos, y para valorar y conservar nuestros derechos.

Profesor Casanova, ¿qué objetivo previo se trazó con esta nueva obra?

Dar a conocer una fotografía lo más completa posible de una dictadura de cuarenta años, cuarenta años después de la muerte de Franco, para un público muy amplio que incluyera a aquellos que no la vivieron.

Cuarenta años después del final de la dictadura, ¿cuál sería el balance de estas cuatro décadas posteriores a las cuatro décadas del franquismo para un historiador que tan profusa y profundamente le ha investigado?

Más de una generación de españoles creció y vivió bajo el dominio de Franco, sin ninguna experiencia directa de derechos o procesos democráticos. Ese gobierno autoritario tan prolongado tuvo efectos profundos en las estructuras políticas, en la sociedad civil, en los valores individuales y en los comportamientos de los diferentes grupos sociales. En 1945, Europa occidental dejó atrás treinta años de guerras, revoluciones, fascismos y violencia. Pero España se perdió durante otras tres décadas ese tren de la ciudadanía, de los derechos civiles y sociales y del Estado de bienestar.

Algunas voces defienden que la Transición fue un pacto que de algún modo perpetuaba cierta permanencia franquista en los mecanismos democráticos, ¿qué opina al respecto?

No es tan simple. Fue un proceso incierto y problemático, improvisado sobre la marcha, producto de las negociaciones entre los representantes del bloque social que había gobernado el país y los políticos de la oposición, sí, pero también de las coacciones y amenazas de los poderes fácticos y de la presión ejercida desde abajo por los movimientos sociales. La dictadura no terminó de golpe en un solo día, el 20 de noviembre de 1975, cuando Franco murió en la cama del hospital, y su sombra fue alargada en los primeros años de la transición y de la democracia.

Parece que va en aumento el sector de la sociedad española que identifica la monarquía actual con el franquismo, ya que no está legitimada por la decisión y la voluntad ciudadana; ¿se suma a esa opinión?

Lo ocurrido a partir de entonces no fue el resultado de un plan preconcebido desde arriba de manera autónoma y dirigido únicamente por figuras como Adolfo Suárez o Juan Carlos I, que ha sido calificado como el “motor” o el “piloto” del cambio. Esa visión inmaculada de la Monarquía comenzó a resquebrajarse en los últimos años, hasta la abdicación de Juan Carlos, pero hay un sector amplísimo de la población que no siente que el debate sobre la forma de organización del Estado, Monarquía o República, sea un tema prioritario. Es curioso cómo los nuevos partidos que están emergiendo con fuerza en este año electoral rehúyen también el debate (porque en el fondo saben que una definición clara a favor de la República les quitaría votos).

En un año de Elecciones, el curso de la historia española, con un mapa político desfavorable a ese bipartidismo que ha presidido durante cuatro décadas la democracia española, podría variar a favor de otras alternativas políticas alternativas ¿cómo interpreta esta situación?

Es el resultado de la injusticia del sistema electoral, de la ambigüedad e imprecisión del texto constitucional en la definición de una realidad plurinacional, de la concentración del poder de manera excesiva en los líderes de los dos partidos mayoritarios, de la distancia entre los políticos y los ciudadanos, que se quedan fuera de  los lugares de decisión. Lo extraño ha sido que no haya habido antes fuertes movimientos sociales, acompañados de peticiones de cambio real.

¿Cómo percibe un historiador de su bagaje y de su talla la política que está llevando a cabo la derecha neoliberal?

Nos estamos alejando de forma acelerada de la democratización de la sociedad y se ha abierto, por el contrario, un proceso de consolidación de estructuras antidemocráticas del poder. Hay una crisis económica profunda, de largo alcance, pero lo que también está en juego es la conservación y desarrollo de la democracia. Los mercados se imponen a las personas y, lejos de distribuir mejor la riqueza, se agranda el abismo entre ricos y pobres (en España y en Europa).

Si la crisis se agrava, las democracias se vuelven más frágiles y los Estados dejan de redistribuir bienes y servicios, que fue su principal aportación a la estabilidad social, estaremos de nuevo al borde del abismo, convertidas la economía, y la mera subsistencia, en un asunto de vida o muerte. Por eso necesitamos políticos comprometidos con la sociedad, con los más débiles, antes de que esta quiebra del orden europeo haga crecer el extremismo político, el nacionalismo violento y la hostilidad al sistema democrático.

La dictadura afectó irremediablemente a todos los ámbitos de la vida social y cultural española. ¿Hasta qué punto considera que la tiranía política afectó a la literatura y al resto de creación artística en los cuarenta años del franquismo?

En España, como en otros países con regímenes dictatoriales, la ciencia y la cultura fueron destruidas o puestas al servicio de los intereses y objetivos del poder. Y para muchos españoles, la dictadura significó cuatro décadas de miedo, subordinación, ignorancia y olvido de su propio pasado y del mundo exterior. Los capítulos de José Carlos Mainer sobre la literatura y de Agustín Sánchez Vidal sobre el cine van más allá del tradicional relato político y se adentran en ese impacto del dominio dictatorial sobre la cultura en el sentido más amplio.

¿Toda una vida académica dedicada al siglo XX español podría resumirse en alguna idea que considere que pueda sintetizar su conocimiento tan exhaustivo de la historia reciente española, especialmente en los aspectos que convienen recordar para entender la política actual?

Defiendo una lectura crítica del pasado, siempre en perspectiva comparada, que aprecie el significado de los hechos desde diferentes miradas, la diversidad de creencias y culturas, y las enseñanzas que de todo ello pueden extraerse para vivir en las sociedades del presente. Frente al presentismo –mirar el pasado con los ojos del presente-, uso la historia como una herramienta de búsqueda y comunicación. El siglo XX español, pese a esos cuarenta años de dictadura, ha sido el siglo  de los ciudadanos, del acceso de la gente corriente a las libertades individuales, a los derechos políticos y laborales y a los nuevos derechos sociales que demanda la sociedad civil. Conviene conocer esa historia para conservar esos derechos.