Los nacionalistas de Junts pel Sí no se cortan. En TV3 y Catalunya Ràdio o eres de los suyos, o no trabajas. La última víctima de esta depuración al más puro estilo estalinista ha sido el conocido y respetado periodista Jordi García-Soler. Mientras los adictos al proceso se están forrando, los que no son de la secta se ven condenados a quedar fuera de medios que deberían ser de todos.

Debo decir, antes que nada, que en esta polémica me declaro ferviente defensor de García-Soler. Jordi es, para empezar, uno de los dos o tres periodistas seniors catalanes que más sabe de la Nova Cançó – Ángel Casas es otro de esa tripleta – y, sin duda, un divulgador incansable de la misma. Tiene una trayectoria dilatada, abundantemente salpicada de cargos y responsabilidades, y es, indiscutiblemente, un analista político de reconocida trayectoria.

Tengo el honor de que me haya entrevistado, de haber compartido con él conversaciones, mantel, veraneo y, digámoslo ya, de mantener con su persona esa discreta amistad que da la admiración y el respeto por el compañero de oficio que ejerce su magisterio sin la menor pedantería ni pomposidad. Pertenece Jordi a la estirpe de Josep Maria Lladó, Sempronio, Sebastià Gasch, Ibáñez Escofet, Néstor Luján, Del Arco, Tarín Iglesias, Joaquín Soler Serrano, Lluís Permanyer, Ricard Fernández Deu o nuestro propio director, Enric Sopena. Forma parte de esa cantera en la que se han producido las más afiladas plumas del oficio en Cataluña, unos “homenots”, tal y como adjetivaba certeramente Josep Pla, que hacían de las antiguas redacciones auténticas cátedras del periodismo, con su cultura enciclopédica y su apabullante conocimiento de éste sanguinario oficio que llamamos periodismo.

Nos enteramos ahora por una nota difundida por el propio Jordi García- Soler que su veterano programa “Converses” (Conversaciones), que llevaba diez temporadas emitiéndose en Catalunya Ràdio, deja de emitirse. Dice la dirección de la radio pública catalana que es por un motivo puramente económico. Qué van a decir. Soler cobraba 350 euros por programa en concepto de dirección, presentación, documentación, elaboración de guiones y, aunque no lo indica, no me extrañaría que también tuviese mucho que ver con las músicas que en él sonaban. Por si fuera poco, Jordi pertenece a ése batallón de castigo que integramos los trabajadores autónomos, así que el coste para la emisora era ridículo. Demasiado periodista para tan poco presupuesto.

Y por dinero no será. En la misma Catalunya Ràdio que echa a Soler por pasta, dicen, Mónica Terribas, presentadora apologista de Mas y Puigdemont, que hace soflamas pro gobierno cada día en su programa matinal, se lleva 350.000 euros por dos temporadas; Silvia Coppulo, responsable del programa del mediodía, 253.000 también por dos temporadas; la pirómana Empar Moliner, que gusta de quemar constituciones, se agencia 46.000 euros de vellón anuales por un micro espacio de cinco minutos de lunes a viernes – vacaciones aparte – en las mañanas de TV3. Excuso decirles lo que se llevan las productoras privadas de otros conspicuos turiferarios del proceso como Mikimoto, Toni Soler o Antoni Bassas o lo que acumula en su calidad de tertuliano ubicuo el politólogo Toni Ayra, y suma y sigue.

Yendo a lo sustancial, que diría mi amigo y maestro Graciano Palomo, ¿qué pasa aquí? Muy fácil, Jordi es catalanista pero, ¡ay!, socialista. Y federalista. No se ha pasado como Mascarell, Germà Bel o Sobrequés. Él está donde ha estado siempre. Como profesional, en la más estricta y escrupulosa pluralidad – solo hay que ver el listado de los invitados a sus programas para confirmar éste extremo -; como persona, en la social democracia.

No es un caso aislado. Permítanme que, por una vez, me cite a mí mismo. Estoy totalmente vetado en los medios catalanes, sometidos a una censura tan férrea que solo en Telemadrid podríamos hallar situación semejante. Arriesgándose en un gesto que le agradezco profundamente, Joaquim Maria Puyal tuvo a bien ofrecerme una colaboración en su programa deportivo para que realizase una sección de un minuto. Pues bien, nunca pude firmarla con mi nombre y entre los miembros del equipo, para referirse a mi humilde persona, lo hacían con el nombre de “el okupa”. Solo quisiera añadir que ésta era la primera vez, en más de treinta años de ejercicio de la profesión por mi parte, que me colocaba ante un micrófono de Catalunya Radio. Excuso decirles que la colaboración acabó y que allí finalizó esta modesta experiencia.

Citaría a muchas personas del oficio, extraordinarias, como Gregorio Morán, Xavier Rius, Jaume Reixach, Siscu Baiges, Ramón de España, Margarita Sáenz Díaz o Maruja Torres, que jamás son invitados ni colaboran ni se les espera en el olimpo de la derecha nacionalista.

Por estas y otras muchas razones, que mi pluma calla, querido Jordi, estás en la mejor de las compañías: la de los blacklisters