Medio centenar de personas se manfestaron este miércoles delante de la sede de las CUP. Poca capacidad de convocatoria le queda a Convergencia, porque los allí reunidos gritaban las mismas consignas que CDC ha repetido desde que se supo que las CUP mantenían su enmienda a la totalidad de los presupuestos. No había nadie de Esquerra, ni se le esperaba. El divorcio entre Oriol Junqueras y Carles Puigdemont es cada vez más y más público y notorio. El primero es partidario de una nueva convocatoria de elecciones, en las que él y su partido saldrían notablemente reforzados, realizando el ansiado sorpasso a sus actuales socios.

El President, en cambio, no quiere oír ni hablar de unos comicios en los que CDC debería presentarse sola y obtendría unos resultados que la dejarían en tercer o cuarto puesto. Así las cosas, la coalición de Junts pel Sí es a día de hoy una más de las muchas ficciones que se mantienen en el panorama político catalán. Los convergentes intentan ganar tiempo como sea, a fin y efecto de poder “renovarse” y darle una mano de pintura nueva a un partido que está hasta las cejas de procesos judiciales por corrupción. Esquerra, que lo sabe, no va a regalarle nada a Puigdemont porque aspira a ocupar el lugar que a lo largo de décadas mantuvo férreamente el partido de Jordi Pujol. De ahí que el President haya salido por peteneras con ésa moción de confianza otoñal, que es lo mismo que decir que día pasado, día ganado.

Por su parte, las CUP también están divididas en dos bandos, los que apuestan por seguirle el juego a CDC y los que se oponen al mismo por considerarlo sumiso con España y con el capitalismo. El ex líder de las CUP Antonio Baños, convenientemente reubicado en tertulias y espacios mediáticos catalanes, manifestaba hoy en la emisora RAC1 que sentía asco al ver como las CUP votaban al lado de Xavier García Albiol contra los presupuestos.

Son las dos almas de un movimiento que ha oscilado entre el abrazo de David Fernández y Artur Mas y el apoyo a los okupas. Un veterano político convergente ironizaba esta tarde sobre la naturaleza del pacto que permitió a Puigdemont convertirse en President, previa entrega de la cabeza de Mas. “Quién con antisistema se acuesta, ocupado se levanta”, añadiendo que nunca había confiado en la palabra de los radicales, puesto que entre los cupaires coexistían sensibilidades muy diversas que van desde anarquistas radicales a los que consideran a Pujol como un referente ineludible.

Puigdemont lo ha intentado todo

No es cierto que el gobierno de la Generalitat haya presentado los presupuestos sin haber consultado a las CUP. Hasta veintiuna reuniones se han celebrado de manera discreta entre el propio President y diputados de las CUP, la última, éste pasado domingo. Salellas, uno de los dirigentes radicales más próximo al Gobierno de Junts x Sí, llegó a asegurar que se había encarrilado el tema y podía encontrarse un punto de encuentro. Pero las asambleas territoriales tumbaron ése camino, si bien es cierto que por poco. Las bases exigen una ruptura radical con España, lo que no deja de tener su coherencia porque en el acuerdo de estabilidad que se firmó en enero pasado se hablaba de la “desconexión” con España en dieciocho meses.

Hasta ahora, dicen algunos dirigentes locales de las CUP, lo único que hemos visto es a Junqueras pedir limosna a De Guindos y Montoro. Acusan al actual gobierno de la Generalitat de presentar unos presupuestos autonómicos, de no tener coraje en la hoja de ruta secesionista y, en suma, de practicar aquello que se decía de Pujol, hacer “la puta y la Ramoneta”. Jugar a dos barajas. No quieren ser los tontos útiles de un nacionalismo radicalmente de derechas, al menos la mitad de las CUP, porque la otra está plenamente identificada con las tesis convergentes.

No está claro si ganará un sector u otro, pero los que han plantado cara a Puigdemont han tenido que escucharse que son unos irresponsables, unos traidores al proceso, a Cataluña o que trabajan para el CNI y están sometidos a las consignas españolistas. Nada nuevo bajo el sol, los viejos mantras pujolistas que se aplicaban contra el PSC, tildándolo de botifler y mal catalán, ahora han sido aplicados a los de las CUP. Incluso se ha llegado a decir de ellos que son los que en 1937 acabaron con la Generalitat, en alusión al gobierno de la República que, harto de que se desatendieran las prioridades de la guerra y del intento de golpe de estado por parte de Esquerra, cortó por lo sano.

Lo dijo Azaña: “Yo no estoy haciéndole la guerra a Franco para que ahora unos cuantos de éstos me quieran romper España”. Pues por ahí van los tiros.