Ya a muy temprana edad el aspecto físico marca la personalidad de Serge Gainsbourg siendo objeto de las bromas de sus compañeros de estudios. "Su compañero de clase Roland Guinet recuerda cómo, en una ocasión, los alumnos tomaron de tapadillo las fichas médicas de los alumnos y, en la de Gainsbourg, escribieron un «hace huir a las mujeres» en la casilla «rasgos particulares»" (pág. 34). Una fisonomía que tampoco contribuye a generar empatía con el público, sobre todo en los inicios de su carrera porque además su extrema timidez se hace patente cada vez que sube a un escenario. Juliette Gréco, una de las cantantes más célebres de la Rive Gauche parisina declaró sobre el romance que ambos mantuvieron: “La gente me miraba como si estuviera exhibiendo al hombre de Neanderthal. Nos miraban y decían: «¿Pero que ventolera le ha dado a la Gréco para salir con ese monstruo?»” (Pág. 75). Un físico que no será un impedimento para tener una tórrida historia amorosa con Brigitte Bardot o una apasionada relación sentimental con Jane Birkin, que duró algo más de una década y de la que nació Charlotte, además de seducir a las numerosas mujeres que se cruzaron en su camino.

Un aspecto fisico que se complementa con un perenne cigarrillo en la comisura de sus labios y que alberga una compleja personalidad, la de un ser que sufre una terrible timidez e inseguridad; la de un creador sensible, original, culto, vulnerable, inteligente, perseverante, polifacético fue pintor, cantante, letrista, compuso para otros (además de Bardot, Birkin y Gréco, para Catherine Deneuve, Isabelle Adjani, Jacques Dutronc, con el que compartió muchas juergas nocturnas, Alain Chamfort, Petula Clark, Mireille Darc, France Gall, su hija Charlotte,…), registró más de una docena de álbumes, escribió numerosas bandas sonoras para el cine, dirigió cuatro largometrajes, fue actor en más de cuarenta films y escritor, aunque solo publicó una novela, Evguénie Sokolov (1981); pero también la de un espíritu provocador, transgresor, irónico, irreverente, libertino, excesivo, visceral, crápula, seductor, cínico, arrogante, mediático; tan solo algunos ingredientes de una vida que regó con grandes dosis de tabaco y toneladas de alcohol.

De todo esto y mucho más da cuenta Felipe Cabrerizo con prosa ágil y precisa en su magnífico libro Gainsbourg: elefantes rosas (Expediciones Polares), la primera monografía en español sobre el cantante. Una minuciosa radiografía en la que además de los detalles biográficos, el autor se adentra en su obra, analizando las canciones, la mayoría autorreferenciales, de las que reproduce sus letras con su correspondiente traducción al español para ahondar al mismo tiempo en el Serge humano y en el Serge creador, ya que entre sus rasgos de estilo destacan sus juegos fonéticos o con el doble sentido de las palabras, además del uso de las sílabas, las onomatopeyas o los anglicismos. Un análisis que se complementa con una lista que ha creado el autor en Spotify por orden cronológico de todos los temas, y no solo los del propio Gainsbourg, que se citan en el texto. Como también analiza sus álbumes, sus películas y sus diferentes trabajos, ofreciendo una dimensión completa del personaje.

 

De origen judío, Lucien Ginsburg, que era su verdadero nombre, tuvo una vocación temprana por la pintura a la que se entregó en cuerpo y alma durante varios años, pero su terrible inseguridad hace que abandone los pinceles y destruya toda su obra. Al mismo tiempo la música ha estado presente desde el mismo día en que nació, ya que su padre, Joseph Ginsburg, es un pianista que se gana la vida tocando en locales nocturnos. Y así serán los comienzos de Serge que, aunque su físonomía y su introversión produce rechazo en el público, sus canciones comienzan a despertar el interés de algunos nombres de la chanson como Michèle Arnaud o el propio Boris Vian que se convertirá en un ferviente defensor de su música y al mismo tiempo su figura será una influencia crucial para Gainsbourg.

Su primer disco, Du chant à la une!... (1958), que contiene uno de sus grandes clásicos, Le poinçonneur des Lilas, es una “mezcla perfecta de chanson, jazz beatnik, elegancia y existencialismo, con unas letras marcadas a fuego por el sarcasmo, la causticidad, el cinismo y la vulnerabilidad” (pág. 64). Es bien acogido por la crítica especializada aunque no obtiene demasiada repercusión. Sin embargo, Serge recibe encargos de algunas de las voces más destacadas del momento como las citadas Michèle Arnaud o Juliette Gréco, para quien compone otro de sus hitos que después él grabará, La Javanaise; prosigue con sus actuaciones, con nuevos álbumes que tampoco terminan de proporcionarle la suficiente notoriedad a pesar de que explora diferentes géneros como el jazz, del que es un confeso amante, en el excelente Gainsbourg confidentiel (1964), su quinto LP, que graba en formato de trío con Michel Gaudry al contrabajo y Elek Bacsik a la guitarra, o las influencias de la música africana en el siguiente, Gainsbourg percussions, también de 1964.

Además, hace sus primeros pinitos en el cine como actor. Su primer papel, para un film titulado ¿Quiere usted bailar conmigo? (1959), surge de una manera tan inesperada como cómica. En palabras de Cabrerizo: “El inequívoco físico de Gainsbourg le permite también lanzarse a la interpretación. Cuando el realizador Michel Boisrond cuenta a su mujer las dificultades que está teniendo para encontrar un actor que ponga cara a un retorcido fotógrafo de rostro lo suficientemente turbio como para quedar fijado en la memoria del espectador gracias a las tres o cuatro únicas escenas que debe de interpretar, ésta no duda en enseñarle la portada de Du chant à la une!” (págs. 85‑86).

 

Pero también son tiempos en que vienen nuevos aires, los que traen el ye‑yé, el pop, el rock, que en Francia triunfan de la mano de Johnny Hallyday y Silvie Vartan, pareja en aquella época, de Claude François o Françoise Hardy. Época en la que comienza a arrasar el brit pop con The Beatles, The Rolling Stones, The Who,... Y es cuando Serge recibe el encargo de componer una canción a France Gall, una cantante adolescente para quien escribe N’ecoute pas les idoles que triunfa en las listas de ventas en 1964, aunque el tándem obtendrá un éxito arrollador el siguiente año con Poupée de cire, poupée de son al ganar con ella el Festival de Eurovisión. Éxito que le proporciona a Serge el prestigio como compositor, lloviéndole nuevos encargos.

Compone dos canciones para una jovencita Brigitte Bardot. Un poco más tarde saca un EP con cuatro temas, hoy en día clásicos del repertorio gainsbourgiano —Marilou, Docteur Jeckyll et Monsieur Hyde, Qui est “in” qui est “out” y Shu ba du ba lo oba—, que se convierte en un gran éxito de ventas cuando sale a principios de 1966. Y llama a Bardot para proponerla dos nuevas canciones, Harley Davidson y Contact, naciendo entre ambos una fogosa pasión que durará tres meses y dará lugar al disco Bonnie and Clyde (1968).

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Con Bardot graba Je t’aime moi non plus que por diversos contratiempos permanecerá inédita hasta que la actriz permita su publicación en 1986. Un tema que Serge volverá a registrar con Jane Birkin, ambos ya en pleno ardor amoroso, que verá la luz a comienzos de 1969 en forma de single, precediendo al nuevo álbum, Jane BirkinSerge Gainsbourg, y que no dejará indiferente a nadie, prohibiéndose incluso su emisión en las radios y televisiones de algunos países. Hasta el mismo Vaticano manifiesta su desaprobación. “Il Giornale d’Italia publica un memorable editorial en el que comenta que «en el espacio de cuatro minutos Gainsbourg y Birkin colocan tantos suspiros, quejidos y gruñidos como una manada de elefantes a punto de acoplarse. Pero quizás ellos sean más discretos cuando dan vía libre a sus funciones fisiológicas»” (pág. 199).

Gainsbourg, que ha firmado algunas excelentes partituras para el cine como Anna (Pierre Koralnik, 1967), idea una “comedia musical sinfónica” narrada a través de siete piezas para las que utilizará una orquesta y un coro de setenta voces dando un nuevo giro estilístico a su carrera y que llevará por título Histoire de Melody Nelson (1971), uno de sus trabajos más sobresalientes. Pero el disco, como los anteriores, no cumple las expectativas comerciales, al igual que otro álbum posterior que concebirá con directrices conceptuales similares, L’homme à tète de chou (1976).

 

Y después, en 1978, con cincuenta años canta con un grupo de rock, Bijou, versioneando un antiguo tema suyo, Les papillons noirs. La figura de Gainsbourg, también en parte debido a su actitud trasgresora, atrae a los jóvenes en una época en la que eclosiona un género como el punk. Su siguiente álbum, Aux armes et caetera (1979), se convierte en su disco más vendido, pero también el que genera un gran escándalo en Francia ya que el tema que le da título es una versión en reggae de La marsellesa.

Sin embargo, “El éxito termina haciendo perder la orientación a Serge. Gainsbarre, juego de palabras básico de su apellido con barre, el equivalente en francés a «barra de bar» y en completa homofonía con bar, a secas, va a ser el álter ego que invente él mismo para cometer todos sus abusos, para protegerse de los demás y de sí mismo ante la apabullante repercusión que rodea cada uno de sus movimientos. […] Gainsbourg, el dandy seductor capaz de componer obras de orfebrería en el estudio. Gainsbarre, el reflejo de todos sus excesos, una máscara de borracho, muchas veces desagradable y siempre viviendo al límite” (pág. 284). Y las trifulcas con su nueva compañera sentimental tras su ruptura con Birkin, la modelo Bambou, las numerosas apariciones televisivas con escándalos incluidos que le convierten en una figura mediática, como cuando en 1984 quema un billete de 500 francos en un programa en prime time o, dos años después, le dice ante las cámaras a una joven Whitney Huston, que en aquellas fechas presenta su primer disco, que quiere follársela. Aunque también grabará un par de álbumes de estudio más Love on the beat (1984) y You’re under arrest (1987), seguirá dando más conciertos y componiendo para otros intérpretes, además de rodar varios largometrajes, entre otras actividades creativas. Una desenfrenada existencia que tendrá su fin un 2 de marzo de 1991. 

 

Tan solo unos apuntes sobre una intensa vida plagada de un sinfín de anécdotas, hechos y curiosidades que Cabrerizo relata con gran pulso narrativo. Un trabajo aderezado con unos valiosos apéndices que contienen la bibliografía, la discografía, la filmografía, tanto como director, actor y autor de bandas sonoras, o un profuso listado de los cantantes con los temas compuestos por Gainsbourg que grabaron.

Gainsbourg: elefantes rosas es un libro con cuya lectura no solo disfrutarán los gainsbourgianos, sino una ocasión idónea para todos aquellos que deseen acercarse a la vida y obra de un “intelectual dandy y seductor, cínico y amoral tombeur de femmes que filtrea sin miedo con el escándalo” (págs. 177‑178).

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