"España va sola", eso es lo que rezaba la valiente campaña que el diario satírico El Mundo Today dedicó al actual presidente en funciones para estos comicios (y que tuvo que retirar ante las amenazas del partido de la gaviota). Ya se sabe que las verdades duelen y, aunque fuese dicho en tono de sarcasmo, lo cierto es que encierra algo de verdad.

Son muchas las voces que se han pronunciado anunciando el apocalipsis, argumentando que una España sin gobierno transmite al exterior tal situación de inestabilidad que hunde nuestra competitividad a nivel internacional. Pero, ¿es esto cierto? ¿Qué ocurriría si nos quedamos nuevamente sin gobierno? ¿Qué impacto tiene realmente sobre nuestra economía esta situación política? ¿y unas terceras elecciones?

Tranquilos, el coco no va a venir (todavía)

Lo primero que hay que recordar es que en ningún momento hemos estado sin gobierno. Actualmente disponemos de uno que no puede llevar a cabo iniciativas políticas ni promover soluciones legislativas a los problemas que puedan acontecer. Además, según explica el economista Mikel Buesa para ELPLURAL.COM: "De momento, la economía ha entrado en una fase de crecimiento sostenible, tal como revela la exixtencia de un superávit por cuenta corriente en el sector exterior; y ello hace que no haya problemas coyunturales relevantes".

"Los mensajes alarmistas que se han difundido sobre este asunto son claramente exagerados"

Tampoco debemos olvidar que el gobierno en funciones se rige actualmente por un presupuesto aprobado antes de los pasados comicios del 20D, "lo que le da margen para poder mantener los lineamientos básicos de su política económica", matiza Buesa.

De la sonrisa a la 'depresión' de un país

Según explica Andrea Greppi, profesor de Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Carlos III de Madrid, para ELPLURAL.COM, si vamos a unas terceras elecciones "pasaría que no podríamos hacer nada más que seguir intentándolo y, si fuera necesario, habría que volver a votar. Sabiendo que, en democracia, no hay ninguna otra opción disponible. Cualquier otra solución es peor. Por eso no hay que dejarse llevar por mensajes alarmistas, que explotan el malhumor y el supuesto cansancio de la política, como si la culpa de la situación en la que nos encontramos fuese del electorado y no de la clase política que nos ha traído hasta aquí".

Pero entre elecciones y elecciones pasa un tiempo valiosísimo para el reloj biológico de un país. Uno de los peores daños colaterales que existen y que nos pueden llevar a un fracaso como sociedad es la depresión ciudadana que sufren dos tercios de la población, los cuales están hartos de votar para que después sus políticos no sepan estar a la altura de sus reclamaciones. "No creo que el suelo electoral del PP pueda sostenerse indefinidamente", explica Greppi, "por más que la brecha generacional sobre la que se apoya parezca inamovible. El resultado de esta travesía en el desierto no puede ser más que un aprendizaje, una puesta al día de la opinión pública española, que ha arrastrado varias asignaturas pendientes y ha ido saltando de burbuja en burbuja. Y, de ahí, un recambio de la clase política que no puede ser más que saludable. Porque la sociedad española de hoy es más diversa y plural que los partidos que la representan". 

Aunque todo lleva a pensar que unas nuevas elecciones podría dar al Partido Popular una mayoría casi absoluta, Greppi es optimista: "Si esto sirve para que el sistema de partidos experimente una transformación aún más profunda que la que hasta hoy hemos visto, el resultado no puede ser más que positivo. Aportará madurez a las llamadas fuerzas emergentes y removerá los cimientos de las fuerzas tradicionales". Y es que para Greppi (y la gran mayoría de expertos) este discurso caduco de emergencia y necesidad inmediata de recomponer el status quo "no puede ser más equivocado y deseducativo".

¿Y la economía? 

Para Buesa, la situación actual no es preocupante: "Hasta el momento los efectos de tener un gobierno en funciones han sido prácticamente nulos, tal como muestra la Contabilidad Trimestral que publica el INE. Los mensajes alarmistas que se han difundido sobre este asunto son claramente exagerados".

"Una economía globalizada marcha sola, no se hunde independientemente de quien gane las elecciones"

Aunque sí reconoce que "si las elecciones se resuelven de manera que no se pueda formar un nuevo gobierno, es probable que las expectativas de inversión se rebajen sustancialmente y que, detrás de ellas, la economía se conduzca hacia una paralización de la creación de empleo y hacia una ralentización del crecimiento del PIB. Ello podría ocurrir a partir del cuarto trimestre y, con más intensidad, en el año próximo".

Algo con lo que no comulga Greppi: "Los factores que inciden sobre una economía como la española son tan diversos que sería tramposo, en este momento, sobrevalorar el peso de la acción de gobierno, tanto para si las cosas van bien como si van mal. A salvo de movimientos especulativos cortoplacistas, una economía globalizada marcha sola, no se hunde independientemente de quien gane las elecciones".

Llegados a este punto hay que recordar que la economía no trata igual a todo el mundo. "Por eso, el impacto de la falta de gobierno no será el mismo para los peces grandes que para los pequeños. Habría que aclarar entonces quiénes son los que hoy tienen más o menos prisa en el desbloqueo de la situación política".

La vida es eso que pasa entre campaña y campaña electoral

Pongámonos en el supuesto de que el bloqueo político se alarga en el tiempo y los ciudadanos nos vemos obligados a aguantar campaña tras campaña en los próximos meses. ¿Esta situación sería mucho peor? Buesa lo tiene claro: "Si el proceso siguiera en los mismos términos que hemos visto hasta ahora revelaría una crisis institucional sin precedentes y, sobre todo, sin soluciones dentro del marco constitucional. Esa crisis podría reconducirse, aunque la incapacidad de los principales partidos para arbitrar acuerdos, hace dudoso que se llegara a soluciones antes de que entráramos en una situación de inestabilidad económica. Ello sería, a medio plazo, muy negativo para el ya deteriorado nivel de bienestar de los españoles".

Para Greppi, el límite está en la capacidad de regeneración del sistema político: "El país ha tenido y tiene una clase política y un sistema mediático que no se merece. Ha pecado de conformismo y de ingenuidad. El límite está en entender que la renovación de la clase política es, en este momento, una prioridad".

 ¿Esta situación nos hace menos competitivos internacionalmente?

Que este escenario político se mantenga es lo que realmente preocupa al economista vasco: "podría afectar a la competitividad si se hace permanente, básicamente porque puede incidir negativamente sobre las condiciones financieras y, a través de esa vía, incrementar los costes en las empresas".

Y ese es básicamente el punto débil: que las grandes empresas requieren de un agente de negocios para poder competir tras las fronteras de su país. "Pero si gobernar la economía es algo más que gestionar intereses, entonces no veo qué motivo puede haber para poner en la misma balanza la competitividad de la economía con las otras muchas variables políticas y sociales que están en juego en este momento".

El miedo está tan presente en nuestra sociedad que incluso acaba de ganar masivamente unas elecciones

¿Son ciertas las teorías apocalípticas que vaticinan algunos?

El miedo está tan presente en nuestra sociedad que incluso acaba de ganar masivamente unas elecciones. Las teorías aterradoras, apocalípticas y siniestras que muchos plantean con un discurso de odio que apesta a naftalina, son parte de una más que meditada estrategia política que, aunque es bastante carca, funciona, y si no que le pregunten a Fernández Díaz. O a los incrédulos ingleses que no entienden como sus mayores se han pegado semejante tiro en el pie. De los buenos resultados de este truco viene la tendencia de que muchas voces salgan anunciando con gran interés que el fin está cerca al más puro estilo de Hommer Simpson. Y claro, en España oímos esto y la mayoría piensa: "más vale lo malo conocido. Aunque robe" Y más de ocho millones de nuestros vecinos acaban legitimando con su voto a un partido acusado en múltiples casos de corrupción. Una simple cuestión de miedo. Y es que el gen de la revolución social parece brillar por su ausencia en nuestro ADN.

Aunque lo cierto es que "en la economía no hay ni revoluciones ni apocalipsis", apunta Buesa, "pero los procesos virtuosos que se traducen en ganancias de productividad, empleo y rentas pueden revertir y conducir a pérdidas acumulativas que, al cabo de unos años, se manifiestan en un empobrecimiento generalizado. Esto, cuando ocurre, es paulatino, no repentino, pero inexorable". Según nos explica el catedrático de economía, "solo habría que hacer memoria de la última crisis. Pero he de añadir que, para estos asuntos, la memoria es simpre frágil y, además, la mayor parte de las personas nunca cree lo que para los economistas puede ser evidente".

Greppi se enfrenta directamente él solo a los jinetes del apocalipsis como Don Quijote, solo que según él son molinos y no gigantes: "No sólo no tienen razón, sino que alzan el tono bien por interés, bien porque no han entendido que la democracia es importante no sólo cuando vienen tiempos de vacas gordas, sino también, y todavía más, cuando se trata de plantar cara a tensiones sociales y opciones arriesgadas".