¿Por qué en 2016 se estrena una nueva adaptación de la novela de Lewis Wallace? Esta es la primera pregunta que viene a la cabeza. Cuando en 1959 William Wyler realizó la tercera (la primera data de 1907 y dura apenas quince minutos; la segunda es de 1925; y en 2010 se realizó otra para televisión) Hollywood se encontraba en la encrucijada de la caída del sistema de estudios tradicional, por lo que este tipo de superproducción suponía un intento de recuperar algo que, en cierto modo, se estaba perdiendo. El resultado fue una película mediocre, asentada su fama en sus numerosos premios de la academia, en su impresionante, por supuesto, carrera de cuadrigas, y en una cinefilia mitómana que parece que la ha situado ahora en un lugar más alto que el que ocupó durante mucho tiempo sin entenderse bien los motivos. Una película fuera de su tiempo en muchos sentidos, pero que ahora nos puede hablar mucho de su momento, precisamente por esa situación de resistencia de una industria en cambio. Sin embargo, la nueva versión dirigida por Timur Bekmambetov, ¿qué sentido tiene hoy en día? Sus imágenes, ¿nos hablan del cine de hoy, de nuestro momento?

Podría decirse que tan poco como gran parte de las grandes producciones de los últimos años. O tanto como ellas. Es decir, que a estas alturas no debemos sentirnos extrañados por el deseo de Hollywood de revitalizar, o rentabilizar, viejas ideas. De hecho, gran parte de la promoción de esta nueva versión ha sacado partido a lo único que verdaderamente se recuerda de la de Wyler, las carreras de cuadrigas. Y sin embargo, los responsables de Ben-Hur (2016) han tenido la delicadeza de ir al grano mediante una economía narrativa inexistente en la de 1959, tediosa hasta la extenuación durante casi sus primeras tres horas… Si bien es cierto que la película de Bekmambetov resulta también pesada hasta que Ben-Hur es llevado a galeras a remar, también lo es que a partir de entonces la película toma un rumbo mucho más dinámico, más enérgico. En cierto modo, las más que rutinarias interpretaciones de los actores ocasiona que todo el tramo inicial apenas tenga interés y fuerza, más allá de situarnos a los personajes y contextualizar la situación en la que se mueven.

[[{"fid":"51329","view_mode":"ancho_total","fields":{},"type":"media","attributes":{"alt":"'Ben-Hur' de Timur Bekmambetov","title":"'Ben-Hur' de Timur Bekmambetov","class":"img-responsive media-element file-ancho-total"}}]]

Cuando el verdadero drama hace su aparición, la película toma mayor forma, sobre todo cuando Bekmambetov puede dirigir secuencias de acción. Hay buenos momentos, como el realizar las secuencias del hundimiento de la galera en la que Ben-Hur ha pasado cinco años casi únicamente desde el punto de vista del personaje. Ahí, Bekmambetov, sin ser un director con demasiado estilo, al menos, sabe plantear la puesta en escena con más dramatismo y fuerza que cuando tiene que introducirse en la problemática de los personajes, quienes viven demasiado de la aceptación de que el espectador recordará los conflictos de la anterior película…  La carrera de las cuadrigas, que es quizá el momento que todos esperarán ver, no decepciona, pero tampoco resulta precisamente memorable. Resulta curiosa la contención alrededor de la violencia de la película, no solo en la secuencia de las carreras, sino en todo el conjunto, intentando mostrar poca sangre… quizá pensando en un público muy específico.

Ben-Hur (2016) es un producto como tantos otros, ni mejor ni peor en su concepción inicial como producción, aunque si abocada a ser destrozada incluso sin verla, creando prejuicios que, posiblemente, condicionen su visionado. Un intento más de sacar partido a la memoria cinéfila –o nostalgia, que aunque no debería ser lo mismo, empieza  a serlo-, pero, también, quizá, buscando un público muy concreto que, por otro lado, es el que va al cine en los últimos años. Porque, casi sin duda, la película de Bekmambetov nos parece tan fuera de época como estaba la de Wyler por mucho que la hayan querido dar un toque más contemporáneo.

[[{"fid":"51330","view_mode":"ancho_total","fields":{},"type":"media","attributes":{"alt":"'Ben-Hur' de Timur Bekmambetov","title":"'Ben-Hur' de Timur Bekmambetov","class":"img-responsive media-element file-ancho-total"}}]]

Y luego está, por supuesto, el final de la película, que guste o no es honesto con lo que propone en su conjunto, que lanza un mensaje, o varios, que no oculta un lado religioso que, por otro lado, tiene tanto la novela y como todas sus adaptaciones, tampoco vayamos ahora a sorprendernos de ello. Tan fácil de atacar como de ignorar, aunque resulta incluso valiente por parte de sus responsables el llevar a cabo un cierre de este tipo. Pero el verdadero problema de Ben-Hur (2016), a pesar de algunos buenos tramos, no se encuentra en su mensaje conciliador –en algunos aspectos tampoco está diciendo nada malo, todo lo contrario-, ni en que haya un milagro, ni en su más que pretendida inocencia discursiva y expositiva, sino en su naturaleza totalmente intrascendental dentro del cine actual. Pero, como decíamos, no es un caso para nada aislado: es una más.