El PP no hace congresos, hace concilios. Lo confiesen o no, todos los líderes sueñan con que algún día los congresos de sus partidos se parezcan a los del PP. La izquierda hace congresos demasiado verdaderos y la derecha los hace demasiado ficticios: los primeros siempre acaban peleándose aunque no haya motivos para ello mientras que los segundos jamás se pelean aunque sobren motivos para hacerlo.

Cadena de ficciones

En el congreso que se celebra este fin de semana en Madrid, el líder andaluz Juanma Moreno tenía, por ejemplo, buenos motivos para dar la batalla contra María Dolores de Cospedal, pero no se ha atrevido a hacerlo. Si la propuesta contra la acumulación de cargos defendida por dos militantes de Castilla-La Mancha la hubiera abanderado Andalucía, Cospedal no habría podido seguir siendo secretaria general del partido.

Aunque piense que hay buenos motivos para acabar con ella, Moreno no ha ido abiertamente contra Cospedal porque suponía, con buen criterio, que Mariano Rajoy prefería mantenerla donde estaba y, por tanto, dar esa batalla era buscarse problemas sin necesidad. A fin de cuentas, pensaría Moreno, para qué arriesgarse si en realidad Cospedal es una secretaria general de mentira: una número dos ficticia encumbrada ficticiamente en un congreso igualmente ficticio.

Teoría de Javier

Y lo mismo cabe decir de Javier Arenas. También en este caso Juanma hubiera preferido a Javier lejos del alto estado mayor de Génova, pero ahí está repitiendo como vicesecretario de Política Autonómica, un cargo que ostenta desde 2008 pero que dejó de ejercer como mínimo desde 2012, cuando por un puñado de votos se quedó a las puertas de ocupar el Palacio de San Telmo. Desde aquel aciago 2012, Javier ya no es Javier. Yo ya no soy so ni mi casa es ya mi casa. Es un muerto viviente, aunque con algunas particularidades: es un muerto viviente asegurado y con contrato, un difunto bronceado y en nómina, un zombi dicharachero blindado con 15 pagas y capaz de convencer a cualquiera no solo de que está vivo, sino de que está hecho un chaval.

Teoría de Juanma

Moreno conoce lo bastante a fondo el PP para saber que Javier ya no es el que era y que, al igual que Cospedal, el cargo orgánico que ostenta es en gran medida ficticio. De algún modo, en el PP todos los cargos salvo el de Rajoy son ficticios: lo han aplaudido por mantener a Cospedal, pero habrían hecho lo mismo si la hubiera decapitado.

El problema de Moreno no es Arenas ni es Cospedal: el problema de Moreno es Moreno, su dificultad para conseguir que los suyos reconozcan de una maldita vez que merece el cargo de presidente del partido que Mariano Rajoy, Sáenz de Santamaría mediante, le regaló hace un par de años. Moreno no resta, pero tampoco es capaz de sumar: gana votos cuando los gana el PP y los pierde cuando los pierde su partido. No cabe descartar, por tanto, que acabe siendo presidente de la Junta si el PP sigue al alza y el PSOE no recupera el terreno perdido. Al fin y al cabo, Rajoy era un poco como él y ha llegado donde ha llegado.

‘Satisfecho y orgulloso’

“Me siento satisfecho y orgulloso”. Intenta Moreno sacar pecho de la nutrida representación andaluza en el Comité Ejecutivo Nacional, pero es un falso pecho. Esa presencia no es garantía de futuro para Juanma ni lo blinda de las asechanzas del destino: si mañana una maniobra palaciega consentida por Rajoy intentara acabar con él, apenas un puñado de fieles saldría a defenderlo.

Esa es la verdadera cuestión de fondo sobre Moreno Bonilla. Por eso no tiene mucho sentido la pregunta de si sale o no sale reforzado de este XVIII Congreso del PP: sale como entró, empatado consigo mismo, sin sumar ni restar, es el sino de un liderazgo que solo será verdadero el día que logre sentarse en el Palacio de San Telmo.