Tras la publicación hace un año de ‘Una chaqueta tirada en el césped’, Jorge Molina (Cumbres Mayores, 1964) vuelve a las mesas de novedades con ‘La muñeca con cola de pez’, que publica el seño editorial Maclein y Parker. El autor desvela de esta entrevista algunas de la claves de su universo narrativo.

Los relatos del libro recorren diferentes aspectos de la sexualidad, incorporándonos a la vida cotidiana de los protagonistas, hablando de esa faceta como del resto de cosa que les pasan o les preocupan. ¿Es complicado hablar de sexo sin caer en los tópicos del erotismo?

Yo he esquivado todo tópico de forma tajante, ya que el sexo es una mera capa de cada relato, siempre el meollo del asunto es otro. Es más, advierto que se trata de un anzuelo, pues cuando terminas la lectura de cualquiera de ellos caes en la cuenta de que el argumento no iba del sexo como tal, de sino otra cosa. Lo cual me viene perfecto, pues escribir sólo de sexo me daba mucha pereza; en efecto temo caer en los tópicos, y además me produce cierto rubor, dicho sea de paso.

¿Cómo definirías esta recopilación de relatos?

La condición humana. La jodida condición humana, que siempre te sorprende, resulta inabarcable, y casi siempre decepcionante. Hablo de muchas cosas en estas historias: relaciones familiares, soledad, frustración, vanidad, paso del tiempo, muerte, o amor. El sexo pulula, pero creo que sólo en forma de detonante, como un síntoma de alguna patología en el alma de cada personaje. 

¿Son reales?

Esto me hace sonreír, no tanto porque es una pregunta clásica ante un libro de relatos, sino porque siento la tentación de mentir y decir que sí, para darle mayor morbo (y atractivo comercial, supongo). No pocos tienen un detonante real, aunque confieso que casi siempre no la médula de la historia. A partir de ahí, fabulo. Ninguno es del todo real, aunque aseguro que todos son creíbles, y creo que los lectores se reconocerán en algún personaje. 

¿Cómo ha sido el proceso de creación de estas historias?

Siempre había un detonante en apariencia menor: una imagen, un chispazo. Cosas vistas u oídas. Luego me ponía a fabular, a adornarlo, y cuando lo repasaba meses después lo cambiaba, al descubrir que la historia interior que llevaba dentro ese relato podía ser otra, era otra, más intranquilizadora. Sí, esta palabra es muy ajustada a todos: intranquilizador.

¿Tenías algunos relatos y el concepto vino después?

Se manejó en principio el doble de relatos de los que aparecen. Los había de otras temáticas, en los cuales el sexo no aparecía, lo cual es extraordinariamente difícil, pues en la ficción en cuanto colocas a dos personas sobre el papel su relación también debe definirse con la existencia o no de un vínculo sexual, pasa como en la vida real. El lector necesita saberlo para situarse. A lo que íbamos: finalmente la editorial propuso que tuvieran un hilo, un nexo, y me pareció estupendo, de ahí esta relación de quince en ‘La muñeca con cola de pez’, en los que todos incluyen el sexo de una forma u otra, aunque –como se decía antes- no explícito. 

¿Y cómo queda el tema hombre-mujer?

Casi todos los hombres que aparecen son tipos poco recomendables, necesitados de reajustar su relación con las mujeres. Así que espero ansiosamente el veredicto femenino. Ya he notado que la portada gusta más a ellas que a ellos. 

¿Era la elección del formato de historias corta tu primera idea?

Estos relatos nacen de dos impulsos. Una etapa profesional de mi vida bastante lamentable, en la cual si no desarrollaba una actividad paralela iba a terminar cometiendo alguna tontería. Y, como segundo impulso, el descubrimiento de que se convocan cientos de concursos de relatos cortos en España con premio económico interesante. Por tanto quise hacer dinero y a la par evitar males psiquiátricos. El resultado fue contundente: ninguna de las dos cosas ocurrió. Bromas aparte, siempre hay una imagen, un apunte mínimo que me produce un pequeño desvarío en la imaginación. Y me pongo a escribir sobre ese supuesto. Lo curioso es que empiezo escribiendo con una sonrisa, con intención irónica, y casi siempre acabo con un tono más ‘noire’. Por eso se mezclan humor y thriller en las historias.

¿Cuál es su preferido?

Le tengo cariño al primero que escribí, ‘Limonita campis’, el más tierno sin duda, el más reconfortante. Aunque el que más he releído por el mero placer de hacerlo –y esto me ocurre poquísimo con mis propios textos- es ‘Billar francés’. Y como a la lectura de esta última línea no habrá llegado nadie lo voy a confesar: es el de más componente autobiográfico.