Este fin de semana ha habido otra. Los socialistas andaluces se ponen de perfil ante la sucesión de encuestas adversas a Susana Díaz, a quien prácticamente todos los sondeos publicados hasta ahora sitúan en último lugar en las preferencias de los votantes, a considerable distancia de un Pedro Sánchez que para la mayoría de encuestados es la mejor opción para sacar al Partido Socialista del pozo donde lo metió… un tal Pedro Sánchez.

Lo bueno para Susana Díaz de ese panorama prospectivo es que las encuestas fallan mucho; lo malo, que no fallan tanto. Lo esperanzador: que la batalla propiamente dicha aún no ha comenzado.

Sutilezas escolásticas

En el PSOE andaluz procurar quitar relevancia a esas encuestas y tiran de sutilezas escolásticas para eludir el mochuelo: los encuestados, argumentan, son votantes, y en las primarias quienes van a votar son los militantes, ¿estamos?, los-mi-li-tan-tes, que no es lo mismo. Claro que no es lo mismo, ¡pero tampoco es lo contrario!

Otra de las explicaciones, esta tirando más bien a maquiavélica, de la comprometida posición de Díaz es que quienes encargan los sondeos quieren la derrota de la presidenta andaluza: aunque sugerente, tampoco es un argumento persuasivo; en realidad, ni siquiera es verosímil.

Una historia de buenos y malos

Más allá del maquiavelismo y más acá de la escolástica, Díaz y su equipo tienen que articular un discurso que contrarreste eficazmente esa historia de buenos y malos urdida por Pedro Sánchez y los suyos según la cual Susana es de derechas y él es de izquierdas, Susana representa a la casta orgánica y él representa al pueblo militante y, como volvió a repetir ayer en Granada, "candidatos podrá haber muchos, pero proyectos de partido hay dos: el subalterno a la derecha y el de izquierdas”.

¿Simplificación de la realidad? ¡Por supuesto! Pero cuidado con las historias de buenos y malos: suelen ser imbatibles porque son las mejores. De hecho, todos los relatos de éxito popular –sean históricos, periodísticos o literarios– son indefectiblemente relatos de buenos y malos. La manera de combatirlos no es mediante el razonamiento escolástico, sino a través de nuevas historias donde los buenos y los malos sean otros.

Un colina estratégica

El de Sánchez no es exactamente un relato verdadero, pero sí es un relato verosímil. Inquietantemente verosímil. Aun siendo inexacta o incluso falsa, cuando en la guerra o en la política una determinada versión de las cosas conquista la colina de la verosimilitud, esa posición se vuelve casi inexpugnable y su recuperación por el enemigo se torna extremadamente difícil.

Es muy probable que a partir del próximo domingo, fecha en que Díaz anunciará su candidatura en un potente acto en la capital de España, los vientos que hoy le son contrarios comiencen a virar suavemente a su favor. Pero para ello, además de contar con el respaldo de la dirigencia del partido y de miles de militantes, la candidata andaluza deberá proponer una historia de buenos y malos distinta de la de Pedro, necesitará armar una versión alternativa y verosímil de lo sucedido en el Partido Socialista en el último año y medio.

El sonido y la furia

Si las encuestas no se equivocan, y todas no pueden equivocarse, a la presidenta andaluza le estaría ocurriendo un poco como a esos imputados que se saben inocentes pero no pueden demostrarlo porque los subsistemas mediático, político y judicial han aireado tan exitosamente determinados indicios de culpabilidad que ha acabado por configurarse una atmósfera social donde las proclamaciones de inocencia son sonidos inaudibles, voces fracasadas, vanos argumentos que no logran imponerse al ruido infernal de la galerna.

En resumen y ahí está el desafío: no es Pedro Sánchez o incluso Patxi López quienes tienen que demostrar que ellos son los buenos; tal como están hoy por hoy las cosas, es Susana Díaz quien tiene que demostrar que ella no es la mala.