Gregorio Serrano pertenece a la facción jovial, capillita y algo torera de la derecha sevillana. Siempre tuvo una relación cordial con la prensa, es hermano de la Cofradía del Santísimo Cristo del Calvario, no suele fallar ningún 15 de agosto en la procesión de la Virgen de los Reyes y fue el promotor de un efímero Premio Taurino del Ayuntamiento de Sevilla por ser en su opinión los toros una “fiesta mayor de la ciudad”.

El amigo

Durante más de 13 años, Gregorio Serrano (Sevilla, 1967; licenciado en Derecho y doctor en Constitucional) ocupó escaño de concejal en el Ayuntamiento de la capital, cuatro de ellos con mando en plaza a las órdenes de su amigo y hoy ministro del Interior, con quien el PP ganó y perdió Sevilla sin que el propio Zoido llegara a tener ni demasiado mérito por la victoria ni demasiado demérito por la derrota: ganó la Alcaldía en 2011 a lomos del fortísimo descrédito socialista ganado a pulso por Zapatero pero pagado con sangre por muchos buenos alcaldes del PSOE y perdió esa misma Alcaldía en 2015 por las mismas aunque inversas razones, arrasado por el huracán que llevó por delante a buenos alcaldes del PP que pagaron en sus carnes un descrédito cuyo origen era la Moncloa.

El pisito

Este del piso de la Guardia Civil reformado a todo confort adonde iba a trasladarse gratis total es el primer lío gordo en que se mete Serrano.

Feo asunto. La Asociación Unificada de Guardias Civiles ve escandaloso que "una persona ajena al cuerpo haya sido privilegiada con la concesión de una vivienda para la que se dedican nada menos que 50.000 euros en reformas", cuando la asociación lleva “muchos años reclamando por el mal estado de los pabellones [pisos], cuyas obras de reparación deben costearse en muchos casos los propios guardias civiles”. Feo asunto cuyas espesas sombras Zoido y Serrano no consiguen diluir.

Salir en los telediarios por cosas como esta es lo que hace de la política un oficio tan ingrato. En días así añorará Serrano sus plácidos tiempos de concejal de Fiestas Mayores de Sevilla, cuando las únicas controversias con las que tenía que lidiar eran si la Feria tenía que empezar un sábado en vez de un lunes o si las tapas de Sevilla eran o no eran patrimonio cultural.

El padrino uno

Fue en 2003 cuando Serrano fue elegido concejal por primera vez, repitiendo mandato hasta que a finales de 2016 Zoido lo fichó como director general de Tráfico. En realidad, Zoido  no fue su primer padrino político, sino el segundo. Sus primeros pasos los dio de la mano del entonces portavoz del PP en el Ayuntamiento, Jaime Raynaud, llamado a ser el futuro alcalde de Sevilla si el PP ganaba las elecciones de 2007. No fue así: ni el PP ganó... ni Raynaud fue el candidato.

Para sorpresa de todos y el primero él mismo, hacia 2006 el entonces todopoderoso presidente del PP andaluz Javier Arenas decidió que el partido debía cambiar de montura aunque estuvieran casi en vísperas de la carrera de las municipales: sustituyó al eficiente Raynaud por el desconocido Zoido, aunque la operación no salió bien porque el PP tampoco logró en 2007 una Alcaldía que no conquistaría hasta cuatro años después.

El padrino dos

El cambio en la cabecera de cartel del PP creó momentos de tribulación en la carrera política de Serrano. Su gran amigo y mentor Jaime Raynaud había sido decapitado, ¿qué hacer? Su futuro político pendía de un hilo. Él nunca había sido un hombre de aparato. ¿Y si resultaba que Zoido no lo quería junto a él?

Los primeros tiempos del mandato municipal que arrancó en 2007 no fueron fáciles, pero Serrano –jovial, capillita y algo torero– logró ganarse la amistad del sustituto de su antiguo amigo Jaime. Tanto que cuando Zoido fue alcalde lo cargó de honores. O por lo menos de delegaciones: Empleo, Economía, Turismo y Fiestas Mayores. Todo de una tacada. Como habría dicho un castizo: casi ná.

‘Gori, paga’

Esa sobrecarga de concejalías le valió a Serrano el sobrenombre de ‘delegado múltiple’, ‘concejal multiusos’ y hasta ‘Súper Goro’ o ‘Súper Gori’, en alusión a alguno de los apelativos con que le llaman cariñosamente sus íntimos.

Entre los periodistas bregados en la información municipal de Sevilla corre la anécdota –publicada en distintos blogs locales aunque quién sabe si apócrifa– de que en los inicios de su carrera política Serrano se habría ido ganando la confianza de sus compañeros de bancada cuando, al mandato algo burlón pero cariñoso de “¡Gori, paga!”, el nuevo abonaba los gastos que, entre pleno y pleno, los veteranos dejaban en las tabernas cercanas al Consistorio. En fin, ‘se non è vero, è ben trovato.

El agujero negro de Mercasevilla

Sus mayores apuros públicos, y en realidad también privados, los sufrió con motivo de su gestión al frente de la ruinosa empresa mixta Mercasevilla, cuyos abultados números rojos heredados del pasado no mejoraron, más bien todo lo contrario, con Serrano al frente.

Además de contratar durante cuatro años para la asesoría jurídica de Mercasevilla al mismo bufete de abogados que representaba al PP como acusación popular en el caso de los ERE, Serrano disparó los gastos de limpieza y mantenimiento de la empresa al externalizar estos servicios y liberalizar otros que hasta ese 2013 realizaban trabajadores.

El ERE que se llevó por delante 129 empleos desató la iras laborales, hasta el punto de que Serrano recibió insultos en las en las redes sociales, hubo pintadas amenazantes junto a su domicilio y el comité de empresa llegó a llamarlo directamente “asesino” en un desafortunado fotomontaje en su cuenta de Twitter, culpándolo de la muerte de trabajadores que habrían sufrido infartos al conocer el despido de familiares.

Las tapas como patrimonio

Por lo demás, en su gestión generalmente poco controvertida al frente de ese puñado de delegaciones hubo momentos a mitad de camino entre lo chusco y lo folclórico. Una de sus iniciativas más pintorescas fue la creación, en colaboración con la Asociación de Hostelería, de un ‘Catálogo de Tapas Patrimonio de la Ciudad’. El propio Serrano llegaría a detallar la relación de aperitivos que de ningún modo podían faltar en el preciado catálogo, entre las cuales nombraría la ensaladilla, las croquetas, el menudo o la pavía, así como los establecimientos donde con más arte y calidad los servían.

Otro de los momentos menos inspirados pero más conmovedores de su mandato fue cuando, algo alocadamente, promocionó en el pabellón de Sevilla de Fitur una muestra sobre la Sábana Santa… ¡de Turín! La Sevilla más rancia no sabía bien a qué carta quedarse con Serrano: si atacarlo por su traición a La Ciudad o alabarlo por su devoción a La Verónica. La cosa vino a quedar en un piadoso empate.