Pocas palabras han estado tan unidas estos últimos días como “cárcel” e “infanta”. Las protestas de unos y las defensas de otros sobre este particular han suscitado infinidad de improperios, pero por mucho que se diga, no es nada nuevo en este país, pues llevamos diciendo barbaridades de las infantas unos cuantos siglos.

Valga de ejemplo María Ana de Austria de la en el siglo XVII que se dijo que “era mejor tirarla de cabeza a un pozo” antes de que se casase con el príncipe Carlos de Inglaterra. Su romance con este príncipe inglés habría sido Trending Topic en la época. Aquí abajo podemos verla pintada por Velázquez.

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Pero también hay que reconocer que han sido mujeres con enorme poder en nuestro país, la prueba más evidente fue el Monasterio de Santa María la Real de las Huelgas en Burgos. Un cenobio gobernado durante siglos por y para las infantas de Castilla lo que le hizo crecer en tal importancia que ser abadesa de este monasterio burgalés era uno de los cargos mejor valorados en la Edad Media. De hecho se decía que si el Papa quisiera tener mujer se casaría con la abadesa de las Huelgas pues nadie como ella podía equipararse en dineros y poder. 

Pero como dijo Spiderman (y antes Roosvelt) “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”, y en este caso la responsabilidad era mantener a raya las maledicencias de las monjas, como las que sufrió sor Juana de Ayala cuando se quejaba de que otras hermanas habían “an echo una acusación falsa contra mi diciendo que soy ciega” y lo que es peor, las broncas entre los hombres del monasterio, en este caso capellanes y comendadores.

El monasterio de las Huelgas todo un epicentro de poder femenino en la Castilla Medieval

Uno de estos escándalos fue el que se vio venir sor Inés Enríquez en 1596. El 4 de noviembre se homenajeaba a los reyes fundadores y los capellanes se lanzaron precipitadamente a sus sitios del coro de la iglesia no queriendo dejar su asiento a los comendadores argumentando que si desde mucho tiempo atrás cedían sus sitios era por cortesía y no por obligación, el tono se fue elevando y el público que abarrotaba la iglesia con tan solemne acto terminó presenciando “un altercado impropio de tan sagrado lugar”.

A Sor Inés no le tembló el pulso para aplicar una solución de la que ya les había advertido, el encierro de los veinte capellanes díscolos en la Torre del Compás. Por su parte los capellanes habían contratado secretamente a un escribano burgalés para que contase todo lo que allí estaba pasando (algo así como un corresponsal de la época) pero para su desgracia también acabó en prisión. Intentaron también pleitear contra la abadesa trayendo a los abogados Abaunza y Quintano, pero esta respondió con una orden: 

 “No (se) pasase a los capellanes presos las raciones de pan, vino y carne y demás cosas hasta pasados los veinte días”

Al final solo fueron ocho días pero fueron suficientes para que los capellanes aprendieran la lección, hay mujeres poderosas ante las que los abogados poco pueden hacer.