Ya tenemos nuevo año que ha llegado con la parafernalia y la gañaduría de siempre. Tras la gran crisis del 2008/2014 no puede afirmarse con justeza que los doce meses que acaban de evaporarse hayan sido malos en términos generales para España que, sin embargo, conoció la otra crisis política más formidable  conocida desde la restauración democrática.

Dos son los grandes asuntos que enmarcan 2017- El primero es, sin duda, la incertidumbre acerca de la duración de la legislatura porque dada la composición del Congreso de los Diputados los arrebatos gubernamentales están de sobra. No le será fácil al Gobierno articular día a día una mayoría suficiente para sacar delante de los proyectos más importantes. Todo parece decir que va a contar en los llamados “asuntos de Estado” con la aquiescencia del PSOE pero será por tiempo limitado. El Partido Socialista es la alternativa natural a la derecha que representa el PP y, por lo tanto, no puede mimetizarse con los conservadores.

Todo dependerá de la velocidad a la que se recupere el PSOE y si el empuje de Podemos es menos de lo que se ventea.

La economía

Pero la gran cuestión continúa siendo la recuperación económica y, por ende, el empleo y paralelamente las cuestiones sociales. 2016 en términos macroeconómicos ha sido el mejor del lustro pero empiezan de nuevo a aparecer datos inquietantes respecto a la ralentización del crecimiento. El Gobierno de Mariano Rajoy trata de envolver al resto de los partidos del arco parlamentario –excepto Podemos, naturalmente- con esta amenaza de vuelta a las andadas.

Y es también el espantapájaros que blande para intentar amedrentar a las otras fuerzas sociales. Creo que , como siempre, en medio está la virtud y la excelencia.

Los otros problemas

Luego España se afrenta a otros problemas estructurales de gran calado y a los que no se les concede especial importancia. Por ejemplo, el envejecimiento de nuestras población, el despoblamiento del mundo rural, la condena de millones de jóvenes.No son problemas de un día precisamente ni que se puedan resolver en un pispás. Se necesita altura intelectual y gran visión.

Habrán notado que he dejado para el final otro de los asuntos al que tampoco se concede excesivo  celo y esfuerzo y será capital: el agua. España en muchos de sus territorios se muere de sed.

¿Y?