A pesar de que la temporada de esquí está resultando poco atractiva por la ausencia de nieve, las estaciones que apostaron por la instalación de cañones para la generación de nieve artificial han podido abrir buena parte de sus pistas y reciben durante estos días a una gran multitud de aficionados a este deporte, por eso resulta especialmente oportuno recordar algunos consejos a los esquiadores para reducir su impacto en un ecosistema tan frágil.

Las estaciones de invierno invaden un entorno con un delicado equilibrio ecológico. Un equilibrio quebradizo que acaba por romperse ante la arribada masiva de esquiadores y la puesta en marcha de las instalaciones. El impacto ambiental que genera una estación de esquí es tremendo, y no puede ser paliado con el esfuerzo individual de los usuarios. Pero un comportamiento responsable por parte de los esquiadores puede reducir los daños más allá del perjuicio que ocasiona en el medio natural la superestructura de una estación de esquí.

Pero en cualquier caso, la ausencia de nieve puede ser una buena oportunidad para descubrir otras actividades al aire libre en la alta montaña que pueden resultar incluso más saludables, para los practicantes y para el entorno, que el esquí alpino. Porque es cierto que el contacto con el aire limpio, el agua, la nieve y el sol de la alta montaña ayudan a vigorizar el organismo y fortalecer la salud. Sin embargo el recargado ambiente que se reproduce en las estaciones de esquí saturadas de público no es el más saludable.

Las caravanas por las carreteras de montaña para llegar al aparcamiento, la congestión en los accesos, el amontonamiento en las colas de los arrastres, el ruido de las máquinas y la constante emisión de gases contaminantes reproducen las características del ambiente urbano, el mismo ambiente contaminado y contaminante del que los esquiadores pretendían huir. Por eso, aunque no cabe duda que las estaciones de esquí son una opción de desarrollo económico para las comarcas de montaña, es necesario avanzar hacia una práctica más sostenible y equilibrada de este deporte, lejos de las aglomeraciones que a nadie benefician.

Una buena opción sería ampliar la oferta turística en la alta montaña promocionando el senderismo con raquetas de nieve, el excursionismo de naturaleza, la visita guiada a pueblos y aldeas, sus productos artesanales, su rica y variada gastronomía de montaña y un sinfín de actividades para disfrutar de un entorno con tantos y tan buenos reclamos turísticos.

En todo caso esquiadores, excursionistas y todos los que acudimos a las montañas para disfrutar del entorno debemos tener presente que la basura no vuelve sola y que es necesario ser escrupulosamente respetuosos en este aspecto pues, los residuos que abandonamos allí arriba tardan mucho más tiempo en desaparecer, son arrastrados hasta los arroyos contaminando sus aguas, los cristales pueden provocar incendios forestales el próximo verano y ocasionan innumerables daños a la fauna y la flora.

Cada primavera, cuando llega el deshielo, aparecen animales de alta montaña estrangulados por anillas de plástico, muertos en el interior de una lata o una bolsa de plástico, madrigueras taponadas por las basuras y todo tipo de restos (guantes, bastones, envases y envoltorios) abandonados bajo las líneas de los telesillas. Las cumbres y los valles de nuestras montañas acogen una variada biodiversidad de animales y plantas, y su presencia constituye uno de los mayores patrimonios naturales de este país. Cuando disfrutemos del esquí o de cualquier otra actividad en la alta montaña debemos ser conscientes que estamos de visita en un santuario de la naturaleza y actuar en consecuencia desde el respeto y la responsabilidad.