La polémica que ha generado la acción de la Assemblea Nacional Catalana de vender (que no regalar) farolillos con la Estelada entre los niños que asistían a la cabalgata de los Reyes Magos en Vic, es una buena muestra de como la fantasía sustituye a la razón, cuando la política se tiñe de los colores de las banderas. Cierto es que esta vez la ANC se ha dejado cegar por la ilusión más de lo que sus compañeros de viaje, Òmnium Cultural y ERC, consideran políticamente correcto, pero es que los nacionalismos, todos ellos, viven precisamente de esas noches mágicas en las que hasta los más sesudos adultos se comportan como el niño que fueron alguna vez.

Para muchos, la acción de la ANC, que no es en absoluto anecdótica, puede parecerles desmedida, pero no difiere en absoluto de las tácticas que se utilizan en todas aquellas doctrinas que necesitan del temprano aleccionamiento. Comprarle un farolillo con una bandera a un niño, es exactamente igual que regalarle una palma el día de Ramos o la bufanda de un equipo de fútbol. Son ejercicios imprescindibles para inculcar desde la más tierna infancia esa semilla de irracionalidad que necesitará algún día, cuando de adulto no pueda entender que el universo surgió de una partícula más pequeña que un átomo o que todos somos emigrantes nacidos de apenas 15.000 africanos que comenzaron a extenderse por todo el planeta 60.000 años atrás. 

Los farolillos con la bandera independentista son pequeños trozos de una falsa ilusión que en otros sitios, como la plaza Colón de Madrid, prefieren representar de una sola vez en sus 294 metros cuadrados de ondeante superficie. Los niños que sujetaban el día de Reyes en Vic la Estelada, se sentirán algún día tan iguales entre ellos, como diferentes a los que no la llevaban. De igual manera se sienten unidos y diferentes quienes se emocionan o no ante la imponente bandera rojigualda que cubre una pequeña parte del cielo de Madrid. El objetivo es el mismo, conseguir que cuando tu patria, tu religión, o tu equipo de fútbol te pidan que suspendas el uso del cerebro, éste no se rebele. 

Esta misma semana el cantante catalán Jaume Sisa decía en una entrevista en el diario El País, que lo que menos entendía del denominado "Procés", era que los catalanes, incapaces de irse de vacaciones sin haber estudiado concienzudamente el coste del billete, la calidad del hotel o las diversas posibles rutas de regreso, se embarcaran en una aventura tan imprevisible como la de la Independencia, siguiendo ciegamente a unos dirigentes a los que no les han preguntado el precio ni el destino final del viaje. Es fácil entenderlo Sisa, es el efecto del humo de los farolillos que sus padres les regalaron una mágica noche.

https://twitter.com/BorjaMariaZ