El espectacular aumento de las tarifas eléctricas está motivando una airada revuelta social al coincidir con la ola de frío y el aumento de consumo. Una situación que ha provocado la protesta de los sindicatos y las organizaciones de consumidores ante el Gobierno, al que exigen que intervenga de manera inmediata para detener los abusos del sector y deje de ceder a sus designios de obstaculizar el avance de las fuentes renovables y vetar el autoconsumo eléctrico.

Pero más allá de la exigencia de un cambio de rumbo en la política energética, los consumidores podemos contribuir de manera decidida a recortar el recibo de la luz haciendo un uso más eficiente de la energía. Un uso basado en el ahorro y en el manejo inteligente de aquellos electrodomésticos que causan un mayor dispendio eléctrico, entre los que cabe destacar la secadora de la ropa.

Pero antes de hablar del uso razonado de la secadora no está de más apuntar una obviedad no por conocida menos fundamental: si disponemos de las condiciones adecuadas en casa, siempre es mucho más recomendable aprovechar la energía directa del sol para secar la ropa que recurrir a este tipo de electrodomésticos, ya que son los principales consumidores de energía del hogar, incluso en el caso de los modelos más eficaces.

Si hacemos números comprobaremos que, teniendo en cuenta que la duración de un ciclo completo de secado es de 120 minutos con un consumo de 3,5 kWh, para una media de uso de 5 veces a la semana, el coste anual del funcionamiento de una secadora estándar rondaría entre los 80 euros, aunque con notables diferencias según el modelo (60-100). Por todo ello si todavía no disponemos de este aparato, habitamos en un lugar medianamente soleado y  disponemos de una zona dónde tender la ropa, es aconsejable darle un par de vueltas a la idea antes de comprarlo.

Como en el caso de los otros aparatos del hogar, tanto desde un punto de vista ecológico como económico, siempre es preferible escoger el modelo más eficaz, ya que se trata de uno de los electrodomésticos que, junto a la lavadora y la nevera, van a determinar en gran parte nuestro consumo energético. De hecho, y dependiendo de la categoría, en tan solo dos años de uso el coste acumulado de la energía consumida por una secadora puede llegar a superar su precio de compra. De ahí la importancia de escoger el modelo más eficiente posible a la hora de adquirirla, es decir uno de categoría A+ o superior, con independencia de la marca.

Respecto a sus prestaciones, además de atender a cuestiones básicas como los diferentes niveles de programa, el nivel de ruido o el tipo de descarga del agua, una de las más importantes es que tenga la misma capacidad de ropa que nuestra lavadora, ya que si es menor, se deberá repetir la operación de secado, y si tiene más cabida, deberá funcionar sin aprovechar la carga completa.

Una vez incorporada al hogar hay que priorizar el uso de los programas de secado más eficaces, como por ejemplo los que van analizando el nivel de humedad de la ropa para ajustar el esfuerzo energético a esta necesidad. No es recomendable la utilización de los programas de media carga, ya que en la mayoría de las ocasiones consumen prácticamente la misma energía que si estuviera a carga llena.

Por último cabe recordar que los modelos de secadora que funcionan con gas natural pueden llegar a consumir hasta un 40 por ciento menos de energía con las mismas prestaciones de secado, lo que además de suponer un considerable ahorro económico contribuye a reducir las emisiones de CO2, cuyo aumento es uno de los principales responsables del actual cambio climático que sufre el planeta.