Al final ha resultado que la culpa de que el Megawatio a granel costara más que el kilo de carabinero estaba en Francia. Más que por negocio, la decisión de exportar electricidad al otro lado de la frontera, a costa de subir el precio en España, según el ministro de Energía, Álvaro Nadal, se ha tomado por “solidaridad”.

Un gesto altruista que no se sabe si los galos agradecerán, aunque deberían, porque es encomiable que sus “vecinos pobres” se empobrezcan aún más para que ellos no se lleven un chasco cuando llegue el recibo de la luz. Lo mínimo sería una Legión de Honor Francesa para Mariano Rajoy, aunque Megawatio a Megawatio nos vaya a salir más cara que la Medalla del Congreso de Estados Unidos que le pagamos a Aznar con dinero público.

Lo más doloroso del tema es que, seguramente, los franceses no sepan que les hemos subvencionado la luz, visto que la mayoría de los que han pagado el tarifazo a este lado de la frontera no se han enterado de las causas reales. A ello ha contribuido la sarta de explicaciones dada por el Gobierno para explicar la subida de la luz. Que si no llueve, que si no sopla el viento, que si hay marejadilla… hasta el punto de que Rajoy no sólo ha acabado copiando a Felipe II su pasión por la deuda pública, sino también su incapacidad humana para luchar “contra los elementos”.

Sería criticable sino fuera porque a nuestro presidente, al menos, se le debe elogiar su empeño en realizar el máster exprés Paco Montesdeoca. No hay que olvidar que, pese a tener “un primo” que sabía del tema, hasta hace unos años Rajoy no sabía “qué tiempo hará mañana en Sevilla”. Y recientemente reconoció que a veces “cae agua del cielo sin que se sepa muy bien por qué”. Así que es un alivio que ahora, además de pronosticar lluvias, sea capaz de acertar, lo que no pueden decir todos los hombres del tiempo.

Por otra parte, poco se ha aplaudido el cambio de tono del Gobierno de la pasada legislatura a ésta. Quizás por la pérdida de mayoría absoluta y la necesidad de consensos, los ministros han abandonado su manía de encargar los asuntos de Estado a las vírgenes y el santoral, cuestión que siempre acaba ofendiendo a alguien, y han optado por idolatrar a los fenómenos atmosféricos. Una comunión con la Pachamama que puede parecer un paso atrás, sino fuera porque es más acorde a los tiempos New Age que se estilan ahora.

Pero, sobre todo, la Historia acabará haciendo justicia al Gobierno dentro de unos años, cuando se pueda apreciar con perspectiva su obra de ingeniería social. Entonces, con las pensiones pagadas y la crisis demográfica resuelta, hablaremos del baby boom que arrancó en el frío invierno de 2017. Todo gracias al empeño de nuestros dirigentes porque pasáramos estas fechas apretados bajo una manta, embelesados con el crepitar de las ascuas del braserillo e iluminados por la luz de las velas. Circunstancias todas, como se sabe, que fomentan el arrumaco y la procreación.