Mientras Mariano Rajoy Brey se ofrecía como interlocutor de EE.UU. con Europa y Latinoamérica, los 15 minutos de conversación telefónica entre Donald Trump y él pasarán, sin duda alguna, a la historia. A la historia de los americanos buenos, por un lado, y por otro, a la historia de los españoles también buenos.

No es la primera vez que ha habido gestos maravillosos desde ambos lados. Corría el año 1953, de pronto apareció Bienvenido Mister Marshall. Una película para no olvidar. La dirigió Berlanga. Y ahí estaba también el gran Pepe Isbert. ¿Y cómo podríamos olvidar aquel día que llegó a Madrid nada menos que el presidente Eisenhower, dándole abrazos a Franco, el Dictador?

Luego sucedió el accidente de Palomares, y nos vimos implicados en un bombardero estratégico estadounidense. Eso le vino muy bien a Manuel Fraga Iribarne. Era ministro de Información y Turismo de la época. Año 1966. Se bañó ante las cámaras de televisión en aquellas playas para evitar rumores sobre la peligrosidad de la zona, que podrían haber afectado negativamente al turismo.

Más tarde, Fraga, muerto ya Francisco Franco, se hizo Gran Capitán de la derecha española, como se sabe, casi siempre más cercana al franquismo que a posiciones democráticas. El papelón que ha hecho Don Mariano ofreciéndose a Trump como recadero con la Unión Europea y Latinoamérica nada menos, demuestra claramente que su búsqueda de protagonismo internacional raya en el ridículo.

¿Aceptarán todos esos países que meta la nariz donde nadie le ha llamado? Pronto lo sabremos. Mientras, hacerle la pelota de este modo al inquilino de la Casa Blanca es puro oportunismo.