Mientras el PSOE sigue aún a la espera de la nada segura resolución definitiva del grave conflicto interno abierto con aquel penoso comité federal que provocó el cese de Pedro Sánchez y los restos de su ejecutiva, tanto el PP como los otros principales partidos españoles, Podemos y Ciudadanos, han cerrado sus congresos con contundentes victorias de sus líderes. 

Pablo Iglesias y Albert Rivera han revalidado con muy amplios apoyos sus respectivos liderazgos internos, aunque está por ver hasta qué punto estos apoyos partidarios serán confirmados en las urnas por sus electorados.

Muy distinto parece ser el caso de Mariano Rajoy, que gracias a los errores de unos y otros, y también gracias a su vieja táctica tancredista de dejar que el tiempo pase apenas sin moverse, no solo no tiene a quien pueda toserle dentro de su partido –ni tan siquiera Aznar-, sino que cuenta con un electorado pepero de una fidelidad a prueba de bomba, a prueba incluso de la interminable sucesión de bombas fétidas de la corrupción que afecta al PP por tierra, mar y aire, casi en toda España.

Con sus liderazgos unipersonales indiscutidos e indiscutibles, rayanos en todos los casos con el puro y simple caudillaje, tanto el PP como Podemos y Ciudadanos han marcado sus respectivas estrategias a corto y a medio plazo. Han fijado también un mapa político español bastante definido: el PP se reafirma con solidez con una apuesta nítidamente conservadora, Podemos se radicaliza por la izquierda, rechaza cualquier mínimo atisbo de socialdemocracia y reniega de una posible transversalidad social, y Ciudadanos de repente y apenas sin oposición interna se apunta al liberalismo puro y se aleja de cualquier apuesta de centro-izquierda, dejando así definitivamente atrás aquellas teóricas propuestas socialdemócratas de sus primeros años en Cataluña.

Queda ahora por ver cómo y con qué liderazgo personal se colocará el PSOE después de su cada vez más urgente y decisivo congreso federal, que debe venir precedido por unas elecciones primarias internas de resultado por ahora todavía muy incierto, con Pedro Sánchez dispuesto a recuperar la secretaría general perdida, Patxi López con sus difusos afanes de reconciliación y Susana Díaz que no ha presentado aún su candidatura pero que nadie duda que al final lo hará.

Más allá de la imprescindible pero muy difícil resolución definitiva de una crisis partidaria de extrema gravedad, los socialistas tienen la oportunidad de comenzar a recuperar el mucho terreno perdido desde hace años. Solo lo lograrán si son capaces de definir con claridad una alternativa socialdemócrata, es decir de una izquierda real y realista, que se aleje tanto de las ensoñaciones utópicas como de la falta de coraje en la defensa firme de los intereses de los sectores sociales más débiles, que apueste sin ambages por la necesaria reforma y actualización de la Constitución hacia una estructura federal del Estado, que conecte con las nuevas generaciones y que sepa defender el gran proyecto de unidad europeo en nuestro actual mundo global.