La mayoría de los informes que analizan los problemas derivados de la escasez de agua señalan que una de las principales causas es el crecimiento exponencial que ha experimentado en este último siglo la agricultura de regadío. Para confirmarlo basta con destacar un dato: aproximadamente el 75 % de los recursos hídricos que consumimos en la actualidad son destinados al abastecimiento agrícola.

Una proporción que tenderá al aumento en los próximos años si tenemos en cuenta que la población mundial alcanzará los 9.000 millones de personas en el año 2030 y se disparará por encima de los 10.000 en 2050. ¿Seremos capaces de producir alimentos para todos?

La superficie planetaria dedicada a la agricultura de regadío se ha multiplicado por seis en los últimos cien años, lo que ha hecho posible que la productividad agrícola se halla triplicado durante ese período. Pero el futuro nos va a obligar a más. Según el programa de las Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura (FAO), la producción agrícola deberá aumentar casi un 50 % durante las próximas cuatro décadas para garantizar el abastecimiento a la población mundial de alimentos.

Algo que no va a resultar nada fácil si tenemos en cuenta que ese crecimiento se va a tener que llevar a cabo en un escenario mucho más hostil que el actual, ya que todos los modelos climáticos prevén un acentuado avance de la desertificación en buena parte de la superficie que estamos cultivando.

La previsión de los expertos es que a medida que avance el calentamiento global se produzca una reducción de la superficie cultivable del planeta, una merma que podría rondar el 20 % a finales del presente siglo. Hay que recordar que, según la propia FAO y más allá de los efectos asociados al cambio climático, una tercera parte la tierra cultivada en el mundo sufre un acelerado proceso de degradación como consecuencia de la intensificación de los cultivos y la salinización, compactación y contaminación química de los suelos.

Debido a todo ello los actuales modelos de desarrollo agrícola van a tener que experimentar profundos cambios para conseguir más alimentos con menos agua y menos superficie cultivable, algo que solo será posible con la mejora de la eficiencia de todos y cada uno de los procesos de cultivo.

El gran reto del campo está en el agua, y viceversa. En los próximos años el objetivo no va a estar en lograr una mayor producción agrícola por hectárea de tierra cultivada, sino por litro de agua empleado.