Este miércoles 22 de marzo se celebra una vez más el Día Mundial del Agua, una efeméride convocada por la ONU para recordarnos el importante papel de la participación ciudadana en el uso y consumo responsable de este recurso vital, tanto para el ser humano como para la naturaleza.

Las aguas del planeta están cada vez más contaminadas, lo que supone uno de los principales retos para garantizar el derecho humano al agua potable y de saneamiento. Y una de las principales causas de contaminación de las aguas continentales es el aumento de los procesos de eutrofización que sufren la mayor parte de nuestros ríos y lagos.

La eutrofización es una forma de contaminación natural que sufren las aguas estancadas como consecuencia del exceso de nutrientes. Algo que, junto a la acción de la luz solar, provoca un rápido crecimiento de las algas y por tanto una asfixia del medio acuático, dando origen a lo que comúnmente reconocemos como “aguas podridas”.

Algunos informes elaborados por la Agencia Europea de Medio Ambiente señalan que más de dos tercios de las aguas continentales estancadas o con poco tránsito (embalses, lagos, estuarios, etc) muestran niveles preocupantes de contaminación orgánica, con incrementos que llegan a superar en un doscientos por cien a los que presentaban hace tan solo dos décadas.

El aumento de este tipo de contaminación, que se extiende por todo el continente amenazando incluso a las grandes zonas lacustres de los países nórdicos, se debe en su mayor parte a la presencia de sustancias que, como los fosfatos de los productos de limpieza, proceden de los residuos domésticos eliminados por los diferentes sistemas de desagüe del hogar: escorrentía de lavadoras y lavavajillas, uso inadecuado de los inodoros y otros.

Entre las actuaciones propuestas para detener el avance de este proceso degenerativo que están sufriendo nuestras aguas continentales destaca la importancia de corregir algunos hábitos domésticos, como el empleo de detergentes con un alto contenido en fosfatos.  Actualmente existen en el mercado muchas marcas de detergentes sin fosfatos que han sido desarrollados a partir de nuevas fórmulas de lavado, productos para la lavadora o el lavavajillas que son tan eficientes o incluso más que los anteriores pero que resultan mucho menos contaminantes, por lo que su uso supone una contribución directa a la mejora del medio ambiente acuático.

Pero junto a los detergentes con alto contenido en fosfatos, el residuo doméstico que incide en mayor medida en el proceso de deterioro de los ríos es el vertido inadecuado del aceite de freír. Todos los informes encargados de evaluar el impacto ambiental ocasionado por los vertidos domésticos coinciden en señalar el carácter altamente contaminante de este tipo de aceite, que en ningún caso debe ser eliminado a través del desagüe de la cocina o del inodoro.

En lugar de ello lo mejor que podemos hacer es dejarlo enfriar, ya sea en la sartén o en un recipiente aparte, y almacenarlo después en garrafas de plástico habilitadas para tal efecto y convenientemente marcadas (las garrafas vacías de suavizante son una buena opción para ello). Una vez llena, y si no disponemos de un contenedor específico para la recogida de aceites vegetales fuera de uso en algún centro comercial o alguna gasolinera del barrio o el pueblo, la llevaremos al punto limpio más cercano para ser sometido a un tratamiento ambientalmente responsable y proceder a su revalorización, ya sea para la obtención de biocarburantes o como materia prima en diferentes procesos industriales.