El uso y los límites del lenguaje en la cocina, el mapa del sabor en el cerebro, la saciedad y el metabolismo han sido algunos de los puntos que han generado más debate entre un grupo de científicos y cocineros reunidos en el Basque Culinary Center a finales de octubre.

Algunas de las conclusiones más interesantes:

-empezamos a saber cómo la información sensorial viaja al cerebro y dónde se procesa;

-el sabor, más allá de su papel clave en la supervivencia, nos permite imaginar;

-la apariencia de la comida y las palabras que  describen un plato modulan nuestra percepción;

-la saciedad  no está reñida con desear comer más, siempre y cuando corresponda a un sabor distinto…

Los participantes de este foro, una veintena de científicos y cocineros del más alto nivel, que reunía a dos mundos aparentemente tan separados, se han esforzado para trabajar conjuntamente en cada experimento y poder llegar así a resolver dudas y a plantear nuevas líneas de investigación en ambas disciplinas. Los miembros del comité científico organizador coinciden al afirmar que "ha sido un reto que nos ha obligado a todos a salir de nuestra rutina para explorar juntos los límites de la percepción desde puntos de vista muy distintos". Además, han asegurado que la experiencia ha sido muy satisfactoria y que están convencidos que este es sólo un punto de partida para nuevas investigaciones y colaboraciones.

Siendo un foro de ciencia y gastronomía, el lenguaje ha tenido un papel destacado a  lo largo de los dos primeros días del cónclave. Mediante diversos experimentos, los participantes comprobaron la importancia del lenguaje y sus límites en la percepción, demostrando que el  nombre de un plato modula nuestra predisposición a comerlo.

También discutieron sobre la dificultad para encontrar consenso al definir un olor o un sabor. En esta discusión, los científicos contribuyeron con nuevos “lenguajes” como la física o la química que permiten medir e identificar con mucha más precisión lo que hace único un olor o un sabor y qué es común para todos. Se pasó de hablar del lenguaje en la cocina, a convertir la cocina en un lenguaje, probando que puede ser también un instrumento artístico, lúdico o educativo.

 También han desmontado la visión clásica del mapa de los sabores en la lengua, mostrando una distribución homogénea de estos receptores e identificando regiones específicas para cada sabor en la corteza gustativa. Alrededor de los sabores, también se entabló un nutrido debate sobre cómo definir lo eléctrico, lo carbónico, lo graso o lo metálico. ¿Son sabores, texturas, sensaciones? Buscando respuesta a estas preguntas planteadas por los cocineros en el simposio pueden surgir nuevas investigaciones científicas.

Los dos colectivos también han entrado en temas tan relevantes para la salud como el metabolismo, la ingesta de azúcar y la saciedad. Se ha expuesto que estar llenos no implica que dejemos de comer. Por un lado, el contexto puede enmascarar la sensación de saciedad. Por eso, relacionamos el cine con comer palomitas, o las celebraciones familiares con comer en exceso, aunque no tengamos hambre en ninguna de las dos situaciones. Por otro lado, otra observación sorprendente ha sido que la saciedad es específica y cambia nuestras preferencias. Se mostró que el tener algo en la boca, por ejemplo, un dulce, genera saciedad por ese sabor en concreto y ayuda promover nuestra preferencia por alimentos más ricos en proteínas y amargos. Este mecanismo puede explicar por qué aunque estemos llenos después de una comida, nos apetezca algo dulce al terminar y hagamos hueco para el postre.

El evento, organizado por el Centro de Regulación Genómica, Mugaritz y el Basque Culinary Center, ha sido coordinado por un comité científico formado por los investigadores Juan Carlos Arboleya (Basque Culinary Center), Irene Miguel-Aliaga (MRC Clinical Sciences Centre - Imperial College London) y Matthieu Louis (Centro de Regulación Genómica) y el cocinero Dani Lasa (Mugaritz).