Después de la resaca de las listas con lo mejor del año, donde más o menos todos los críticos han optado por los mismos títulos, conviene que nos fijemos en libros en apariencia menores (porque están publicados en editoriales pequeñas y/o independientes y no reciben la misma atención que los editados por las grandes), obras que en cualquier caso no deberían pasar desapercibidas para el gourmet de lo literario. Hoy nos fijamos en tres títulos que, aunque a priori no parecen tener nada en común, constituyen ceremonias de lo pequeño mediante el diario, la crónica o el poema.

Miguel Ángel Hernández: Diario de Ithaca (Newcastle Ediciones)

Agosto de 2015. El escritor murciano Miguel Ángel Hernández comienza una estancia de un año en Estados Unidos, en concreto en Ithaca, gracias a la concesión de una beca para investigar sobre las relaciones entre arte contemporáneo y temporalidad. Como afirma Sergio del Molino en el prólogo, las entradas del diario que MAH escribió en aquellos meses fueron escritas para ser leídas, grabadas en mp3 y enviadas por correo para su emisión en la radio. Eso les añade a las anotaciones cierta soltura, pero por fortuna no les resta un ápice de intimidad, de cercanía a los asuntos cotidianos. Uno de los aspectos más interesantes del diario (que incluye los regresos a España durante las vacaciones, y el modo en que el autor va aceptando con humildad los premios y las publicaciones) es esa mirada del extranjero al que le cuesta encajar en un entorno que no es el suyo y en una sociedad que le es totalmente ajena; pero el ser humano se adapta a todo: Ithaca ha dejado de ser una postal exótica. Comienzo por primera vez a tener la sensación de que habito este lugar. Siento por fin que empiezo a estar dentro de la imagen. Una escritura íntima, honesta y precisa.

Paco Inclán: Incertidumbre (Jekyll & Jill)

Los editores de Jekyll & Jill se han especializado en libros raros, en artefactos cuyos autores siempre eligen los rumbos más inesperados, en obras difíciles o imposibles de encarcelar en un género concreto. No se lo ponen fácil a los críticos ni a los administradores de etiquetas, y sólo por eso debemos celebrar su trayectoria editorial. En Incertidumbre se recogen siete textos breves y otro de mayor extensión, que basculan entre el ensayo, el reportaje y el diario de ficción, conformando en su conjunto una historia a la que incluso podríamos dar el nombre de "novela" (así la calificó Agustín Fernández Mallo). Paco Inclán se mete en situaciones rocambolescas y cuenta lo que ve y lo que oye, sacando material precioso allá de donde un reportero de poco fuste no sabría extraerlo: asiste a un partido de fútbol en la irlandesa Armagh, indaga sobre el cruising en Formentera, eructa tras una comida en un campamento saharaui para averiguar si es cierto que los árabes sueltan gases para agradecer la ingesta de alimentos, busca las huellas del autor más popular de Islandia… Y en el texto largo, el cuaderno de campo "Hacia una psicogeografía de lo rural", Inclán se atreve a vivir durante unos días en un contenedor como método práctico de revisión de un concepto de Guy Debord: el estudio de la influencia del entorno geográfico sobre el comportamiento de las personas. El resultado es hilarante y anómalo, y uno de los libros más extraños y divertidos de la temporada.

Tomás Sánchez Santiago: Pérdida del ahí (Amargord Ediciones)

Éste es el esperado regreso a la poesía de Tomás Sánchez Santiago tras su último poemario (Cómo parar setenta pájaros, 2009). Pero Tomás no se ha quedado quieto durante este tiempo: mientras iba puliendo sus nuevos poemas, reeditaba su novela Calle Feria en edición ampliada y nos ofrecía los textos reunidos en La vida mitigada. Y, sobre todo, luchaba: contra la incompetencia de algunos editores, contra los desplantes y los ninguneos y los proyectos abortados. Sorprende que alguien de la talla poética y literaria de Tomás, alguien que cumple en breve 60 años (una edad digna del máximo respeto), tenga aún que batallar contra tantos ineptos e irresponsables. Pérdida del ahí (imperdonable la errata de los editores de Amargord en la cubierta: poner "perdida" donde debería decir "pérdida") es el poemario donde el autor refleja los miedos, las inquietudes y las vivencias de estos últimos años: las muertes de los amigos, las enfermedades y las agonías de sus ascendientes, la llegada de "los que vienen detrás" (como diría Vicente Muñoz Álvarez), los arañazos de la crisis y de las miserias, la misma batalla contra la escritura que nos obliga a cincelar el lenguaje, a elegir unas palabras y desechar otras (escarbar: // el oficio del poeta). Es una poesía de lo mínimo, de lo cotidiano, muy rica en metáforas y siempre construida en torno a esa "lumbre baja" de las cosas de la que ya nos hablara en otros libros.