A lo largo de estos meses vamos a poder ver varias películas que afrontan de muy diferentes maneras la problemática racial en Estados Unidos. Algunas desde el presente, otras desde el pasado. Pero, en cualquier caso, constatando que más que ejercicios revisionistas o, incluso, historiográficos, hay en ellas todavía un deseo de explorar una cuestión que no solo no está cerrada, sino que, como se pudo ver el año pasado y, tememos, se va a seguir haciéndolo, se trata de una herida todavía abierta, con todavía demasiados frentes.

Figuras ocultas, realizada por Theodore Melfi, se inscribiría dentro de aquellas que han lanzado la mirada hacia el pasado para elogiar, en este caso, la labor de tres mujeres: Katherine G. Johnson (Taraji P. Henson), Dorothy Vaughan (Octavia Spencer) y Mary Jackson (Janelle Monáe), quienes, como su título indica, son figuras de relevancia dentro de la carrera espacial norteamericana emprendida en los años cincuenta y que, como es sabido, supuso un esfuerzo económico de gran envergadura en plena ‘guerra fría’. De ahí que la importancia de esas tres mujeres negras tenga un componente añadido: a pesar de los problemas a los que tuvieron enfrentarse debido a su género y a su raza, contribuyeron a dicho esfuerzo y desarrollaron posteriormente, en los tres casos, carreras profesionales que si bien no han trascendido demasiado, a pesar de, como se recuerda al final de la película, sí tuvieron reconocimiento público, se debe al carácter de sus profesiones. Sin embargo, la reivindican de sus figuras por parte de la película se entiende no tanto porque sea, en verdad, tres mujeres cuya función no ha sido ocultada convenientemente por unos intereses, sino por el olvido de la historia alrededor de unos sucesos que, en verdad, ahora apenas despiertan interés, y en los cuales ellas tuvieron un papel tan importante como, en la película de Melfi, parece ser, algo engordado.

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No es cuestión de entrar en si Figuras ocultas es o no un reflejo exacto de los hechos que narra, al fin y al cabo nunca podría serlo. Que el personaje de Al Harrison (Kevin Costner) sea una mezcla de tres personas reales, por ejemplo, evidencia que no estamos ante un intento de reconstrucción verídica, o no principalmente. A los responsables de la película les interesa, ante todo, plantear la historia no tanto como un relato fidedigno sino más bien representativo, casi metafórico, que ayuda a ensalzar la figuras de esas tres mujeres a la par que erigirlas como símbolo. Un carácter discursivo que acaba apoderándose de la narración hasta tal extremo que llega a ahogar el desarrollo del relato. El cual, por otro lado, avanza con gran agilidad, con un ritmo magnífico que conduce al espectador por una trama que apenas muestra sorpresa alguna, todo bien medido, sin más conflicto que el orquestado a partir de un guion bien construido en tanto a saber dónde enfatizar, qué resaltar, qué teclas tocar para que el discurso acaba derivando en un plano emocional más fabricado que resultado de un proceso lógico de la historia.

Melfi aprovecha la buena producción de la película para su reconstrucción epocal y las tres estupendas interpretaciones de las actrices protagonistas, para elaborar un trabajo visual tan académico como efectista, que apuesta por la sobriedad y se aleja de cualquier salida de tono o estridencia que pueda desviar la atención de lo que realmente importa, su discurso. El cual, por otro lado, pierde fuerza al estar trazado de una manera amable a pesar de querer ser incisivo, más atento al efectismo que a otras cuestiones.

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Ahora bien, la película en ciertos niveles, funciona a la perfección si se atiende a que entrega una dramatización o ficcionalización de una realidad que pervierte lo suficiente como para conducirla por unos derroteros predeterminados y premeditados para conseguir su propósito: relatar la esencia de unos sucesos como fin reivindicativo, el de tres figuras, tanto mujeres como negras, que, al parecer, se valieron ellas solas para arrancar la carrera espacial… algo tan inocente de creer como su propio planteamiento; pero en su amabilidad y en su sólida construcción bajo los parámetros cinematográficos que la dan forma, Figuras ocultas se erige como una película más que efectiva. Pena que además no sea mucho más convincente en todo.