La autora de esta novela, María Pérez Heredia, nació en Zaragoza en 1994. En 2013 publicó su primer libro, Esos días raros de lluvia (Editorial Eclipsados). Es decir, que si la publicó con 19 años, es evidente que la escribiría con 17 o 18. Aunque es un cliché aludir a la juventud de los autores que debutan tan jóvenes, y a ellos les pesará durante décadas esa losa, resulta inevitable: la precocidad literaria es un valor que no deberíamos eludir. Unos años después de aquella ópera prima, María Pérez Heredia irrumpe en Reservoir Books, uno de los sellos de Penguin Random House, con Starman: una novela de 430 páginas que romperá los esquemas a quienes crean que los escritores jóvenes sólo cuentan borracheras de fin de semana y amores pasajeros.

Starman está ambientada en Estados Unidos. Cuenta la historia de Clay Cassady, un aspirante a actor que, como tantos, trabaja de camarero en Los Ángeles para ganarse el sustento. Alguien con ojo, un agente, le echa un vistazo y le ofrece una oportunidad. Y, casi de un día para otro, Cassady se convierte en la rompedora nueva estrella de Hollywood: alguien joven, con talento, que pronto gana un Oscar. Pero el paso del anonimato y la miseria al estrellato y la riqueza le afectan de una manera tan contundente que Cassady decide huir, vagar por ahí para apartarse de los fastos, las luces de neón y las entrevistas. Deambular sin rumbo fijo para encontrarse a sí mismo y averiguar cuál es su sitio en el mundo. Su periplo se verá marcado por las relaciones con las mujeres; entre ellas están: Leigh (la chica de su tierra con la que estuvo antes de ser famoso), Jennifer Jones (una famosa estrella de Hollywood que se llama como la actriz clásica, protagonista de Duelo al sol) y Daphne (una actriz que quiere ser escritora y que es su compañera de rodaje en la película que los lanza al estrellato).

La historia está estructurada mediante continuos saltos hacia adelante y hacia atrás en el tiempo, casi a la manera de una de esas películas que Cassady podría protagonizar porque le sobran ofertas y proyectos. Casi todos los capítulos (salvo los flashbacks que nos llevan al pasado, antes de recibir la oferta de un agente, y las confesiones de otros personajes) están encabezados por el número de día desde que a Clay le sonrió la suerte (desde el Día 3 en que decide llamar al agente hasta el Día 500 en que concluye la novela), y los saltos temporales son continuos, de manera que el lector debe completar con su imaginación las elipsis de la trama.

María Pérez Heredia no oculta las fuentes que le han inspirado y así, además de un continuo vaivén entre el cine clásico y el cine contemporáneo, no faltan referencias literarias que poco a poco va dejando caer, y que funcionan a la manera de pistas. En Starman resuenan el J. D. Salinger de El guardián entre el centeno, el Bret Easton Ellis de Menos que cero y Las leyes de la atracción, las letras de David Bowie, las pandillas juveniles de los Rebeldes de Susan E. Hinton, los escenarios calurosos y polvorientos de John Fante y esa libertad que confieren las rutas de Jack Kerouac y Neal Cassady. Esas voces, entre melancólicas y desesperadas por la falta de sentido de la existencia, son las que se oyen de fondo en la novela, cuya autora ha sabido capturar ese momento de la juventud en que lo único que necesitamos es estar solos y saber hacia dónde queremos ir. Veamos, para cerrar, un extracto: Me limité a encogerme de hombros y eché la cabeza hacia atrás. Nadie sabe nada de nadie. No somos más que gente en sitios, gente en sitios haciendo cosas, tratando desesperadamente de sobrevivir, de comerse cada granito de arena. ¿Por qué nos empeñamos en llenar tanto las páginas, en fingir que ha merecido la pena? Ella no dijo nada porque tampoco tenía nada que decir a lo que yo no había dicho, sino solo pensado, pero apoyó la cabeza en mi hombro y pensé que estaba bien. Era ridículamente diminuta, pero todo iba bien. No me iba a romper. No la iba a romper. No.