Era de esperar. Primero les llamó criminales y violadores; ha persistido desafiante en su intención de construir un muro de separación con México mofándose de quienes dudan de que el vecino del sur tendrá que pagarlo. Y ahora esto: ha dejado a más de 50 millones de hispanoparlantes que viven en Estados Unidos sin la posibilidad de visitar la página web de la Casa Blanca en el idioma que mejor entienden.

Lo cierto es que  no la van a necesitar. Primero, porque las facilidades que las últimas Administraciones norteamericanas han ofrecido a este colectivo cada vez más numeroso se han terminado con Trump. Y segundo, porque después de muchas décadas de emigrar al norte en busca de la subsistencia que les negó durante los años de la política del palo y la zanahoria, los hispanos que consiguieron instalarse en Estados Unidos han montado toda una red de información y asistencia que podría dejar pequeña cualquier información procedente de la Casa Blanca.

Es posible que Trump no sepa bien en qué nuevo avispero ha metido la mano, pero después del contraataque de las mujeres, evidenciado este fin de semana en la calle, se enfrenta ahora a la posibilidad de que los latinos se organicen y le desafíen en un segundo y numeroso frente.

En 2016 votaron más hispanos que nunca

Los datos reunidos por en una investigación publicada por The Wahington Post sobre el voto latino emitido en noviembre  evidencian un aumento gradual del enfado. La minoría más numerosa de Estados Unidos comenzó a movilizarse en cuanto escuchó los ladridos del candidato republicano contra ellos, al comienzo de la campaña de las primarias. Primero dijo que echaría a todos los ilegales, pero como su ignorancia política le impedía saber que eran millones rectificó y empezó a referirse solamente a los que tienen cuentas con la justicia.

El colectivo entendió enseguida el mensaje y lo primero que hicieron los legales fue registrarse como votantes, algo obligado para emitir sufragios en Estados Unidos. El resultado final fue un aumento sustancial del voto estimado con respecto a 2012. Si aquel año, en el que acudieron a las urnas para apoyar las políticas de Obama,  votaron algo más de 11 millones de hispanos, en noviembre pasado lo hicieron entre 13 y 15 millones de personas de ese origen. Y votaron pronto. En los estados donde son más numerosos, como Florida, el voto anticipado creció casi un 90 por ciento con respecto a las elecciones anteriores. Algo parecido sucedió en Texas o Nuevo México, donde la participación electoral se incrementó entre 6 y 16 puntos.

Un sondeo para la cadena Telemundo, una de las más vistas por los hispanos, concluyó que para el 76 por ciento del colectivo las elecciones de 2016 eran las más importantes de su vida.

El desafío está ahí ¿pero responderán los hispanos?

El voto temprano se entendió como una especie de autoafirmación en la necesidad de combatir la posibilidad de que Trump se convirtiera en candidato. Y pretendió funcionar también a modo de mensaje que calara en un colectivo tan numeroso, bien asentado en muchos casos y con tendencias electorales diversas, porque los últimos datos electorales evidenciaron incluso cierto escoramiento hacia posturas conservadoras por parte de quienes habían conseguido montar un negocio y mantenerlo. Incluso se dijo al principio que muchos hispanos legales habían votado por Trump para frenar la llegada de más compatriotas que pudieran hacer peligrar su situación.

Finalmente quedó claro que el miedo estaba ahí y el voto hispano de noviembre fue a parar mayoritariamente a  Hillary Clinton. A escala nacional, la candidata demócrata obtuvo una cifra record, con un 79 por ciento de voto latino frente al 18 por ciento para Trump y un 3 por ciento para otros, superando los sufragios que consiguió Obama en 2012. En Nueva York se disparó hasta el 88 por ciento y superó el 80 por ciento en los demás estados excepto en Florida, donde el exilio cubano inclinó la balanza algo más hacia Trump, aunque solo obtuvo un 31 por ciento de los votos.

Lo hispano existe en Estados Unidos y se nota a pesar de Trump. Lo primero que aprecia quien llega por primera vez a Nueva York es la cantidad de carteles que pueden leerse en castellano. Y no digamos en San Francisco o San Diego, en la lejana California. El partido Republicano es consciente de ello y sus candidatos a las últimas elecciones han intentado cultivar el voto hispano en todo el país. Todos, excepto Trump, que les ha declarado una guerra que, de confirmarse las tendencias, estarían dispuestos a responder.