Los debates para Vistalegre II entre las grandes corrientes dentro de Podemos continúan ocupando espacios mediáticos importantes a la par que vacían de contenido político concreto todo el proceso. Es cierto que los documentos políticos incluyen cuestiones ambientales, pero no es menos cierto que esos contenidos no protagonizan las discusiones del ágora pública. Casualidad, quizá, que la sostenibilidad ambiental no se mencione en sus intercambios; o coherencia, posiblemente, si analizamos —con unas gafas verdes— la estrategia discursiva de Podemos desde su nacimiento.

Se entiende —y se acepta— que la urgencia no pudo dar paso a lo importante. Las carreras electorales impidieron, por un momento, hablar de cambio climático, contaminación atmosférica, protección de bosques, costas enladrilladas, aguas sucias, fiscalidad verde, gestión de residuos y un largo etcétera. Esto fue el fiel reflejo, sin matices, de la ausencia de una apuesta decidida por el medio ambiente en la formación morada. No obstante, si algo significa Vistalegre II, es la posibilidad de colocar en nuestra propia agenda aquello que las circunstancias externas nos impidieron.

Colocar la sostenibilidad ambiental en la agenda propia y, por tanto, en la pública, significa abandonar las razones, precisamente, que la mantuvieron al margen. Parece que el medio ambiente no posee, en términos sociológicos, de atractivo suficiente como para ser usado en momentos electorales. Cabe citar los datos del CIS al respecto: solo entre el 1 y 2% de la población —de media en los últimos lustros—sitúa la situación ambiental entre los principales problemas existentes en España. Aunque antes de dar paso al pesimismo, recordaré las palabras del propio CIS de diciembre de 2015: “el 49% de los encuestados cree que la defensa y conservación del medio ambiente es absolutamente necesaria, aunque su protección suponga a veces costes altos”.

¿Qué significado tiene esta paradoja? Dos conclusiones: El medio ambiente se encoge cuando se sitúa y compara con otros problemas políticos (corrupción, paro, crisis, etc.) aunque, y a pesar de ello, revive una vez se le da el protagonismo y la autonomía suficiente. El problema no es de la sociedad; el problema es de no haber sido capaces de vincular los problemas ambientales al resto de problemas. Por ello la ventana que se abre es ilusionante.

El nuevo Podemos debe ser capaz de relacionar la cuestión ambiental con los problemas de la gente. Relacionar una nueva Ley de Bosques con prevenir incendios y luchar contra la especulación de terrenos en áreas naturales; una Ley de Costas con la corrupción y con la cultura del ladrillo; una Nueva Cultura del Agua con una gestión eficiente desde la demanda, no su oferta, y con la pobreza hídrica; un aire limpio con el cuidado de la salud de la ciudadanía; una transición energética con la creación de empleo y con la reducción del precio de la factura de la luz; una fiscalidad verde con gravar lo contaminante y premiar lo limpio; una alimentación sostenible con el bienestar e impulso de nuestro sector primario; un transporte público con la calidad del aire y descongestión de nuestras ciudades; un plan de gestión de residuos con ahorro y economía circular; o, como último ejemplo, evaluaciones ambientales de las grandes infraestructuras con la inteligencia en la ordenación del territorio y, sobre todo, con prevenir los despilfarros que tanto dinero han sacado de la caja pública.

La estrategia, por tanto, no puede pasar por seguir aislando al medio ambiente como una realidad ajena a las diferentes áreas políticas sino, más bien, por unirlo propositivamente a ellas y trascender su tradicional significado. Apostar por la sostenibilidad es convertirla en co-protagonista en la solución de los problemas de España. Por un Podemos que apueste por la sostenibilidad. Ya puedes votar “Apostando #PorLaSostenibilidad”.

* Alberto Rosado del Nogal, Fernando Prieto, MariCarmen Romero, Alejandro Moruno, Álvaro Gaertner. Firmantes de la Aportación al Debate “Apostando #PorLaSostenibilidad” en Vistalegre II.