Será la negociación más complicada de la historia, y no se sabe cómo concluirá. Afectara a millones de ciudadanos europeos, pero tardará en conocerse hasta qué punto. 

Por mucho hierro que se le quiera quitar el asunto es grave. Primero, porque la salida del club de uno de sus miembros más ricos y populosos afectará a la esencia misma de la organización y a su futuro. Segundo, porque supuso la victoria de los intolerantes que pretenden aislarse del mundo y cerrar sus puertas al inmigrante y al diferente. Y tercero, porque en los juegos de resta suelen salir perdiendo las dos partes.

Esto, precisamente, es lo que van a tratar de evitar en los próximos dos años tanto los negociadores británicos como los comunitarios que, de momento, llegan a la mesa con un mandato claro por parte de sus jefes: hay que ser amables, (of course, We are europeans) pero inflexibles.

En el proceso que acaba de comenzar, esto es lo único cierto hasta el momento:

  1. Los británicos lo aprobaron en un referéndum. Una mayoría de ciudadanos votaron a favor de abandonar la Unión Europea en la consulta celebrada en junio del año pasado y, a pesar de que se han multiplicado los testimonios doloridos asegurando que fue la mayor torpeza de su historia, lo cierto es que las últimas encuestas señalan que la primera ministra surgida del desaguisado, la conservadora Theresa May, cuenta con el respaldo de una mayoría de británicos para afrontar el Brexit.
  2. Será una de las negociaciones  más complicadas de la historia. Sin duda las más difíciles que han afrontado nunca ambas partes. Los funcionarios británicos han identificado 700 temas de carácter administrativo a desentrañar antes de que el Reino Unido pueda “desengancharse” definitivamente de la Unión Europea.

Todo lo demás está por ver. Las principales dudas son las siguientes:

  1. Que ocurrirá con los europeos que viven en el Reino Unido… Se calcula que en las islas residen unos tres millones de ciudadanos comunitarios, entre ellos unos 200.000 españoles, cuya ansiedad ha crecido de manera exponencial desde que se aprobó el Brexit. Aunque la mayoría de las empresas en las que trabajan y las universidades en las que estudian se apresuraron a asegurarles que seguirán contando con ellos, no son pocos los europeos, españoles entre ellos, que han notado una mayor animadversión por parte de jefes o compañeros, especialmente de aquellos que consideran, erróneamente, que los extranjeros les “quitan” el trabajo. Lo cierto es que algunos sectores, incluida la sanidad, podrían quedar seriamente diezmados si se marcharan los trabajadores comunitarios por lo que está por ver cuál será el resultado de la negociación.
  2. … y con los británicos en la Unión Europea. Los que viven en España, entre 300.000 y 600.000 según las distintas fuentes, son en su mayoría pensionistas que viven en la costa mediterránea. Su principal temor es perder la asistencia sanitaria gratuita, algo que sin embargo es sencillo de solucionar con acuerdos bilaterales similares a los que España tiene suscritos con otros países no comunitarios. Debería preocuparles más algo que sí se hará realidad. Al no ser ciudadanos comunitarios no podrán votar en las elecciones locales, lo que significa que se quedarán sin representación municipal en decenas de localidades en las que constituyen minorías muy significativas o incluso son mayoría. Todos ellos, algo más de dos millones que se calcula viven en la Europa comunitaria, perderán derechos como la libre circulación, el trabajo o el derecho a establecerse en un determinado lugar.
  3. El coste del divorcio. Será uno de los temas más controvertidos. La factura que pasará Bruselas a Londres será de unos 60.000 millones de euros, una cifra que ha sido calificada de burla por algunos. Un diputado conservador llegó a decir que la Unión Europea les debe cerca de 200.000 millones de euros, que es el monto de la contribución neta del Reino Unido a Europa desde su incorporación en 1973.
  4. La amenaza de Escocia. Una mayoría de escoceses aprobaron en un referéndum en 2014 seguir formando parte del Reino Unido, y uno de los motivos que más pesaron en su decisión fue la posibilidad de tener que abandonar la Unión Europea al mismo tiempo. Lo que ha conseguido el Brexit ha sido dar alas a los independentistas escoceses que, con la excusa de permanecer en la Unión Europea, han reactivado sus fuerzas y han conseguido que el parlamento escocés haya aprobado negociar con Londres la celebración de un segundo referéndum. Theresa May se niega con la excusa de que ahora se necesita la mayor unidad posible, pero el asunto no dejará de ser para ella un dolor de cabeza añadido.
  5. ¿Gibraltar español? Casi el cien por cien de los llanitos votaron en el referéndum a favor de seguir formando parte de la Unión Europea. Les iba en ello uno de los pilares de la defensa de su actual estatus. ¿Qué más da ser británicos o españoles si en ambos casos son ciudadanos comunitarios? Desaparecida la excusa, consideran ahora que el Brexit no les dañará porque la mayor parte de sus relaciones comerciales son con el Reino Unido. El Gobierno español, por su parte, considera que será más fácil negociar el asunto con un Reino Unido no comunitario, pero siempre se encontrará con el mismo muro: Londres mantiene que Gibraltar seguirá siendo británico mientras la mayoría de los gibraltareños lo deseen. En este caso no hace falta convocar un referéndum.

Plazos, comercio, justicia, fronteras y cuestiones administrativas relacionadas con la negociación son temas que también pertenecen al terreno de las dudas. Los negociadores tienen dos años por delante para solucionar el gran puzle, pero ¿llegarán a tiempo?